La tragedia de la escucha (1 de 3): Prometeo, de Luigi Nono.
La tragedia de la escucha (1 de 3): Prometeo, de Luigi Nono.

El hombre y la ley, el hombre y su continua búsqueda de lo desconocido, el hombre y la redacción de leyes con sus transgresiones. Prometeo es el hombre en su eterna sed de nuevas tierras y nuevas fronteras.
—Luigi Nono
Suele decirse que Prometeo. Tragedia dell'Ascolto (1985) es la tercera ópera de Luigi Nono, aunque resulta difícil considerarla una “ópera” si se piensa en teatro cantado, con puesta en escena, vestuario, iluminación, y personajes que se relacionan en una narración. La traducción llana de esta palabra italiana como “obra” puede ser más adecuada, porque en Prometeo Nono rechazó de plano los elementos típicos de la ópera tradicional, para componer una “tragedia de la escucha” en la que los eventos acústicos toman el primer plano absoluto.
⬢ Escuchá la obra entera.
Según Nono, desde que en el siglo XVIII la estructura de los teatros de ópera cristalizó en la clásica división entre auditorio y escenario, se neutralizó el espacio real que rodea a la audiencia. En el sector del público se atenúan las luces, se evitan los movimientos y sonidos, y se decide ignorar voluntariamente todo lo que ocurre alrededor, focalizando la atención en un único punto: el escenario, donde los actores y músicos llevan a cabo su espectáculo, del cual somos espectadores pasivos. Esta condición tan básica que se impone como norma, para Nono replicaba una suerte de autoritarismo sistemático que debía combatirse, porque implicaba serias restricciones para las posibilidades estéticas y transformadoras del arte.
En la ópera tradicional, la orquesta suele tocar oculta en el foso, sin interferir con el espectáculo visual. Con el fin de volver invisibles a los músicos (y al director), Wagner había mandado a construir el foso de orquesta debajo del escenario cuando ideó el Teatro del Festival de Bayreuth en 1872. Al evitar toda distracción proveniente “del mundo real”, buscaba que la acción escénica adquiriera una supremacía absoluta, para atrapar a los espectadores en un estado de compenetración casi hipnótica.

⬢ Corte del foso de orquesta en Bayreuth.
En Prometeo, escrita más de cien años después, Nono busca precisamente lo contrario. En primer lugar, porque no utiliza un escenario, sino que la totalidad del espacio de la sala asume una condición escénica. El público, sentado en la platea, es rodeado por cinco voces solistas, siete solistas instrumentales, dos recitantes, dos percusionistas, un coro de doce voces y cuatro grupos instrumentales de trece músicos cada uno, coordinados por dos directores musicales, además de un sistema envolvente de parlantes. Con esta distribución, el propio espacio se convierte en una parte integral de la composición y la audiencia queda completamente sumergida en un universo sonoro tridimensional en el que se despliega el drama de la música.
El arca prometeica
Para cada sala hay que hacer una obra específica, tal como en el pasado los compositores escribían para tal o cual lugar, para tal o cual ocasión. La música que busco se compone con el espacio: no es la misma en cualquier espacio, sino que obra en conjunto con él.
—Luigi Nono
Para el estreno de Prometeo, en 1984, el renombrado arquitecto Renzo Piano concibió especialmente una estructura de madera que se instaló en el interior de la iglesia de San Lorenzo de Venecia, lugar donde, siglos atrás, Vivaldi solía ensayar para sus conciertos.
⬢ Construcción del arca de Prometeo, ensayos y estreno.
Esta estructura sugiere la forma de una gran “arca”, y de hecho se utilizaron técnicas de construcción naval para su diseño y montaje. Las paredes de este navío estaban formadas por paneles móviles, cuya disposición permitía alterar la acústica natural de la iglesia en medio de la ejecución musical. En su interior, un patio de butacas quedaba rodeado por una serie de plataformas en distintos niveles (que denominaban “islas”), conectadas por escaleras. La idea era que los músicos se moviesen físicamente entre estas plataformas, pero en los ensayos resultó impráctico y distractivo, por lo que Nono optó por sugerir auditivamente estos movimientos por medio de parlantes ubicados en distintos puntos de la estructura. Todo este dispositivo, junto a los músicos y la arquitectura, funcionaba como un gigantesco artefacto musical.
Prometeo fue inspirada por otro templo veneciano: la basílica de San Marcos. Esto es mucho más que un dato anecdótico, ya que allí tuvo su origen la admirada Escuela Veneciana de mediados del Siglo XVI, con Adrian Willaert como maestro de capilla. Willaert es reconocido como el primer compositor en escribir música para múltiples coros separados en el espacio, iniciando el estilo musical conocido como cori spezzati.
Durante estas presentaciones, los coros se situaban en alas opuestas de la iglesia y cantaban a cappella o guiados por órganos (la basílica tiene dos, uno a cada lado) e instrumentos musicales. Algunos músicos podían ubicarse en balcones detrás o encima del público, aumentando el efecto de la espacialización. A su vez, la música estaba compuesta para potenciar el contraste entre ideas y sonoridades, aprovechando los ecos y reverberaciones de la arquitectura. La congregación escuchaba los viajes del sonido desde la nave central, asistiendo a un espectáculo auditivo sin precedentes.
Otros grandes compositores de la Escuela Veneciana fueron Andrea y Giovanni Gabrieli, Claudio Merulo, Vicenzo Bellavere, Giovanni Croce y Baldassare Donato.
⬢ En este video se escucha una obra de Monteverdi ejecutada en la basílica de San Marcos, mientras los gráficos señalan de qué parte del edificio proviene el sonido.
Prometeo en el Colón
El estreno americano de Prometeo sucedió en el ciclo Contemporáneo del Teatro Colón, en dos funciones agotadas de 2013 y fue la primera vez que la pieza se escuchó en un teatro convencional. Dadas sus características tan particulares, su preparación requirió meses de profundo estudio y planificación. Un equipo técnico del Experimental Studio de Freiburg, bajo la conducción de André Richard, un cercano colaborador de Nono, realizó varias visitas a la sala para adaptar el sistema de sonido electrónico a las condiciones acústicas del Teatro, considerar la distribución espacial de los músicos y participar de la selección y preparación de los intérpretes. Los palcos ubicados en distintos niveles de la Sala Principal, rodeando la platea donde se ubicó al público, hicieron las veces de “islas” para instrumentistas, cantantes y parlantes. El escenario permaneció completamente cerrado, con el foso de orquesta elevado a nivel de platea, donde se ubicaron algunos músicos. Se trató de una situación de escucha completamente extraordinaria, tanto para la audiencia y la sala, como para esta obra maestra de la música del siglo XX.
La producción de Prometeo en el Teatro Colón fue dirigida por Baldur Brönnimann, con Lucas Urdampilleta como segundo director, e interpretado por solistas vocales e instrumentales argentinos e internacionales, además de miembros de la London Sinfonietta, la Orquesta Nacional y Juvenil del Bicentenario y el Coro Diapasón Sur dirigido por Mariano Moruja.
En el siguiente video, el Maestro Lucas Urdampilleta comparte la experiencia de co-dirigir Prometeo.