Xenakis: Música y ciencia (2 de 2)

La música orquestal fue una constante en la carrera de Xenakis: no solo consiguió su primer gran reconocimiento con Metástasis (1954), sino que a lo largo de su vida llegó a producir casi 50 obras de esta categoría.
Sin embargo, desde los años 60 el compositor griego volcó cada vez más atención a la escritura para solistas y grupos de cámara, expandiendo su lenguaje más allá de las masas sonoras que definieron su primera época.
A continuación, tomaremos dos de las obras más representativas de esta faceta, las cuales se presentaron recientemente en el ciclo Contemporáneo. Se trata de Pléïades, interpretada por el Grupo de Percusión de La Haya en 2017, y Tetras, por el aclamado Cuarteto Arditti en 2018.
Pléïades
⬤ Mirá Pléïades interpretada por So Percussion y el Meehan/Perkins Duo (2010).
El compositor francés Edgar Varèse inauguró un campo absolutamente nuevo dentro de la tradición académica occidental con Ionización, compuesta en 1931 para ensamble de percusión sola. Lo revolucionario de esta pieza fue haber demostrado que el ritmo y el timbre podían tener la misma relevancia que las notas, las melodías y las armonías. Desde entonces, la música para percusión reclamó un campo compositivo propio, transitado profusamente por compositores tan diversos como John Cage y la escuela de Nueva York, las vanguardias europeas de posguerra y el minimalismo americano.
En la música de Xenakis, por su parte, los sonidos percusivos y el ritmo siempre ocuparon un lugar prominente, tanto a través del uso de instrumentos de percusión como mediante la incorporación de técnicas percusivas en cuerdas y vientos. Sin embargo, sus primeras composiciones para percusión sola llegaron relativamente tarde en su carrera: Persephassa (para sexteto de percusión, 1969) y la explosiva Psappha (para solista, 1975). La apoteosis de su trabajo en este orgánico, y una de sus obras más extensas, fue Pléïades, escrita entre 1978 y 1979.
Se trata de una pieza atronadora y de gran impacto físico, que incluye brutales secciones al unísono y polirritmias extremadamente densas, pero también pasajes melódicos simples y claros. Entre el habitual lenguaje abstracto de Xenakis, encontramos inesperadas referencias a otros estilos musicales, desde vibráfonos sincopados casi jazzísticos hasta texturas que replican al gamelán tradicional indonés.
Multiplicidades
El título de Pléïades remite a la constelación homónima, pero resulta más esclarecedor considerar su significado literal: en griego quiere decir «pluralidades». En este sentido, puede referir a los seis percusionistas del ensamble, a los diversos tipos de instrumentos utilizados y a la superposición de múltiples capas sonoras, resultante de la técnica compositiva que Xenakis llamó tamices.
A lo largo de su carrera, Xenakis continuó valiéndose de distintas herramientas matemáticas para generar materiales musicales exóticos y novedosos al oído. Desde los años 60, deja un poco de lado los métodos probabilísticos y se vuelca al desarrollo de la técnica de los tamices.
Se trata de un complejo sistema lógico que le permite organizar numéricamente cualquier parámetro musical (alturas, duraciones, ritmos, intensidades, instrumentación, secciones, etc) y someterlo a todo tipo de permutaciones y operaciones, para generar texturas musicales ricas y complejas en constante evolución, dentro de un estilo coherente y unificado.
En el plano de las alturas, se vale de esta técnica para generar escalas nuevas, cuyas notas cambian en cada octava. En lo rítmico, los tamices le permiten construir polirritmos complejos a partir de la superposición de pulsos y patrones simples. Esto se nota muy claramente en el comienzo del movimiento Metales de Pléïades, donde el pulso al unísono de una sola placa de sixxen se expande hasta seis planos completamente independientes, moviéndose en distintas trayectorias y a distintas velocidades.
Esta técnica reaparecerá en numerosas obras, entre ellas Tetras (1983) para cuarteto de cuerdas.

⬤ La escala de Do mayor generada a partir de la técnica de tamices.
Pléïades está dividida en cuatro secciones, cuyo orden queda a discreción de los intérpretes. Cada parte está escrita para un tipo específico de instrumentos: en el movimiento Teclados suenan placas afinadas (vibráfonos, marimbas y xilofones); en Pieles escuchamos parches sin notas definidas (bongós, toms, congas, timbales y bombos); Metales está dedicado exclusivamente a un nuevo instrumento creado por Xenakis, el sixxen; y Mezclas reúne todos los anteriores.
Sixxens
"Me embarqué en un doble esfuerzo: el primero fue construir una escala no-occidental que pudiera ser tocada por instrumentos de teclado [vibráfonos, marimbas, xilofones]; el segundo fue crear un nuevo instrumento metálico, el sixxen".
—Iannis Xenakis
El sixxen (six: seis / xen: Xenakis) es un instrumento similar al vibráfono pero construido con perfiles huecos de aluminio en lugar de placas sólidas, lo cual le otorga un timbre brillante e inarmónico, más cercano al de una chapa que a un instrumento tradicional.
Cada sixxen posee una escala de 19 notas afinadas microtonalmente, por fuera del temperamento occidental. A su vez, cada uno de los seis sixxens que forman el ensamble de Pléïades está afinado ligeramente distinto que los demás, con el objetivo de generar un timbre colectivo rico y difuso. A nuestro oído, los sixxens crean una sonoridad a la vez extraña y familiar, evocando ambiguamente una multiplicidad de imágenes acústicas: el gamelán indonés, la música festiva de Japón o el tañido de lejanas campanas de iglesia.

Los sixxens se oyeron por primera vez en Argentina en 2015 durante un especial concierto del ciclo Contemporáneo, realizado al aire libre en la Plaza del Vaticano, al lado del Teatro Colón. Estuvo a cargo del ensamble de percusión Tambor Fantasma, quienes interpretaron el movimiento Metales de Pléïades y El libro de los teclados (1988-89) del compositor francés Philippe Manoury, obra que dedica dos secciones a los instrumentos de Xenakis.
Desde los años 90 hasta hoy encontramos diversas apariciones de los sixxens en la obra de compositores como Brian Ferneyhough, François Sarhan, Philippe Leroux, Anthony Pateras, Rozalie Hirs y Mark Fell.
Tetras y la música para cuerdas
Xenakis había escrito su primer cuarteto de cuerdas (ST/4) en 1962, utilizando tecnología informática para entonces absolutamente novedosa y casi inaccesible. Valiéndose de una computadora IBM 7090, que ocupaba una habitación entera, desarrolló una obra sonora basada en cálculos imposibles de generar por un ser humano. Inspirado en los resultados del algoritmo, Xenakis concibió una pieza atrapante para el oyente y de gran dificultad y virtuosismo para el cuarteto, cuyos miembros deben cambiar de timbres casi constantemente, tocando glissandi, pizzicati, golpeando los cuerpos de sus instrumentos y hasta desafinando sus cuerdas en el medio de la obra.

⬤ La IBM 7090.
Xenakis fue un pionero absoluto en el uso y desarrollo de computadoras para la composición musical. En los años sesenta fundó en París el Centro de Estudios de Matemáticas y Música Automatizada, dentro del cual crearía en 1977 la UPIC, una innovadora computadora que permitía componer de manera visual e intuitiva, controlando todos los parámetros musicales al dibujar con un lápiz sobre una tableta gráfica.
Este dispositivo inspiró incontables tecnologías posteriores, pero es interesante considerar que su mayor antecedente fue un invento argentino, el convertidor gráfico analógico Catalina, creado en 1969 por Fernando Von Reichenbach en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Torcuato Di Tella. Este aparato era capaz de sintetizar sonidos siguiendo una partitura analógica mediante una primitiva cámara de video.
Pasarían más de 20 años hasta que Xenakis volviera a escribir un cuarteto de cuerdas: Tetras (1983) es una de las obras fundamentales del siglo XX para esta formación y fue compuesta especialmente para el Cuarteto Arditti. Fundado diez años antes, el Cuarteto ya era un referente en la interpretación y difusión de la música contemporánea, a raíz de sus osadas versiones de los demandantes cuartetos de Carter, Ligeti, Ferneyhough y otras obras de Xenakis.
El título significa 'cuatro' en griego antiguo. La gran particularidad de esta pieza, sin embargo, es que el compositor trata a los cuatro músicos como un único instrumento (con escasos pasajes solistas o contrapuntísticos).
⬤ Escuchá Tetras (1983) por el Cuarteto Arditti.
Al igual que ocurrió con ST/4, las sonoridades pensadas por Xenakis para Tetras no podían ser resueltas desde las técnicas de ejecución convencionales. Fue necesario desarrollar nuevas maneras de tocar los instrumentos, en diálogo muy cercano con los miembros del cuarteto. Esculpieron de este modo un verdadero caleidoscopio tímbrico que incluye chirridos secos, golpes en la madera del instrumento, raspados con el arco detrás del cordal y con la uña sobre las cuerdas, glissandi que se acortan hasta convertirse en trinos, o fuertes ruidos que paulatinamente se tornan en suaves armónicos sostenidos.
La forma de la obra está dada por el contraste entre los sonidos que resultan de esta variedad de técnicas. Los cambios en el material musical son a veces sorpresivos y de gran teatralidad, y en otras se producen mediante transiciones graduales. La conexión entre técnica y forma resulta tan fundamental e intrínseca en Tetras que, durante varios años, nadie más que el Cuarteto Arditti la pudo interpretar, afirmando a nivel mundial su reputación como referente absoluto de la nueva música para cuerdas.
⬤ El Cuarteto Arditti tocando Tetras en el ciclo Contemporáneo (2018). Fotos por Máximo Parpagnoli.
Influencias
Xenakis fue un personaje completamente atípico entre los cerebrales compositores del siglo XX; utilizó técnicas matemáticas de altísima complejidad al servicio de composiciones viscerales de una potencia devastadora. Las características absolutamente únicas de su obra le valieron un lugar primordial en la escena de la nueva música, pero su influencia se extendió mucho más allá de los límites del mundo académico.
Ya en 1967, podemos escuchar ecos de sus masas sonoras en los colosales pasajes orquestales semi aleatorios con los que termina A Day in the Life de Los Beatles. Otro ejemplo de su vigencia es el álbum Persepolis + Remixes (2002), en el que los principales exponentes del género noise reimaginaron su obra electroacústica más extensa, la monumental Persépolis (1971). Este proyecto, organizado por el importantísimo músico noise polaco Zbigniew Karkowski (quien estudió con Xenakis), reunió a Otomo Yoshihide, Ryoji Ikeda, Francisco López y Merzbow, entre otros.
⬤ Escuchá los remixes de Persépolis.
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