Cartas en tiempos de La Traviata

La correspondencia de Giuseppe Verdi para la época de gestación de la ópera que corona su trilogía central revela la personalidad del genial autor en un punto de inflexión consagratorio en su carrera.

Por Claudio Ratier

#Ópera

 

Con el fin de obtener un suceso similar al de Rigoletto (1851), las autoridades del Gran Teatro La Fenice de Venecia hicieron un nuevo encargo a Giuseppe Verdi. Esto coincidió con que el maestro y su compañera, Giuseppina Strepponi, asistieron el 2 de febrero de 1852 a una función de La dama de las camelias de Alexandre Dumas (h.) en el Theâtre du Vaudeville de París. Una de las primeras cosas que Verdi manifestó a la autoridad del teatro lagunar fue que para su próxima ópera necesitaba una gran soprano. Así le escribió desde París, el 4 de febrero, a Carlo Marzari, presidente de La Fenice:

“Usted entenderá que no puedo firmar un contrato sin conocer la compañía. Entre las prime donne actuales la Albertini se distingue: nunca la escuché, pero cuenta con sucesos tales como para garantizar el éxito. No le desagradaría que yo escriba para ella y no hace falta perder tiempo para contratarla. En cuanto a mis condiciones, serían más o menos como las del año pasado, a excepción de algún aumento en la suma”.

Cartas en tiempos de La Traviata

Gracias a una carta fechada el 1 de enero de 1853 y enviada a Cesare De Sanctis (Nápoles), sabemos cuál será el argumento:

“Para Venecia hago La Dame aux Camelias, que, quizás, tenga por título Traviata. Un tema de esta época. Otro quizás no lo haría por los trajes, por los tiempos y por otros mil tontos escrúpulos… Yo lo hago con todo el placer. Todos protestaban cuando propuse poner un jorobado en escena. Y bien: yo estaba feliz de escribir Rigoletto”.

La Fenice era el escenario ideal para ofrecer el próximo drama, que traería la novedad de estar ambientado en los tiempos del compositor. Por exigencia de la censura se debió cambiar el título original Amore e morte por La Traviata. Mientras tanto, Verdi estaba muy preocupado por la protagonista. No se encuentran más referencias a la Albertini, pero todo indicaba que el papel central estaría a cargo de la soprano Fanny Salvini Donatelli. Así le escribió a Marzari el 30 de enero:

“Las noticias que recibo de París, especialmente después de Ernani, son tan desoladoras que me veo obligado a decirle que no daré la parte de la Traviata a la señora Salvini. Creo que es de mi interés y del Teatro contratar rápido una prima donna. Sé que es bastante difícil dar con una artista que satisfaga las exigencias del Teatro, pero las circunstancias exigen intentarlo. (…) No hay un minuto que perder”.

Giuseppe Verdi

Giuseppe Verdi

Como ninguna de las cantantes preferidas por Verdi estaba a disposición, a esas alturas la Salvini Donatelli era insustituible. Al problema de la soprano se sumaba el del barítono: sobre esto Verdi recibió una advertencia anónima desde Venecia, que le refirió a su libretista Francesco Maria Piave desde Sant’Agata el 16 de febrero, antes de partir hacia “la laguna”:

“Estaré en Venecia el lunes por la noche, hazme preparar el departamentito de siempre en el Europa con un piano bien afinado y nuevo, también quiero que encuentres, en lo de un carpintero o prestado, un atril alto en el que pueda escribir. Te encargo que esté todo listo porque en la noche de mi llegada, cuento con poder ponerme rápido a orquestar. Recibo de Venecia una carta anónima en la que se me dice que si no hago cambiar la mujer y el bajo, tendré un fiasco completo. Lo sé, lo sé. Te la mostraré, adiós, con apuro”.

El 6 de marzo tuvo lugar el estreno en el Gran Teatro La Fenice. Así lo vivió Verdi, según se lee en una carta dirigida a su amigo de Roma, el escultor Vincenzo Luccardi (Roma) tres días más tarde:

“No te escribí después de la primera función de La Traviata, te escribo después de la segunda, ¡fue un fiasco! ¡Un fiasco rotundo! No sé de quién es la culpa. Mejor no hablar. No te diré nada de la música y permíteme que no te diga nada de los intérpretes”.

Francesco Maria Piave

Francesco Maria Piave

El silencio de Verdi acerca de los cantantes es revelador. En cambio, reflejó su opinión de la orquesta en unas líneas escritas el mismo día a Gaetano Mares, primer violín y director de La Fenice a cargo del estreno:

“Querido Mares: No pudiéndolo hacer yo, te ruego que en mi nombre les digas las cosas más gentiles y amables a los profesores de la orquesta, por el amor y exactitud con que tocaron esta pobre Traviata. Es inútil agregar palabras para ti. Todos conocen tu habilidad, como violinista y como director. Acepta entonces mi más sincero agradecimiento. Tu devoto amigo, G. Verdi”.

Es claro que la orquesta nada tuvo que ver con el “fiasco rotundo”, aunque no se puede asegurar que el estreno de La Traviata haya sido un fracaso. No sólo que las nueve representaciones se hicieron a teatro lleno, sino que fue el título que más vendió en aquella temporada. ¿Es posible que tras el enorme éxito de Rigoletto, las esperanzas depositadas por el público en La Traviata se frustrasen porque todos querían presenciar algo por el estilo de lo ya conocido, pero en cambio se ofreció una novedad?

A pesar de todo, la revancha no estaba lejana. El empresario Antonio Gallo, del Teatro San Benedetto de Venecia, logró que Verdi consintiese llevar a cabo allí la nueva y segunda producción. Los principales roles estuvieron a cargo de la soprano Maria Spezia, el tenor Giovanni Landi y el barítono Filippo Coletti. El compositor no fue a Venecia porque aún lo retenía su compromiso en París, pero adaptó las partes a los nuevos cantantes. En vistas a la esperada reposición, le escribió el 5 de mayo de 1854 a Tito Ricordi:

“Ya hice cuatro grandes ensayos de La Traviata y esta noche haremos el general, más por formalidad que por necesidad, y tengo la satisfacción de decirte que la Spezia está hecha para esta ópera, y que esta ópera parece hecha para la Spezia (...) También Landi y Coletti son superiores a cualquier elogio, y en dos palabras te digo que toda la ópera, de arriba a abajo, parece otra, y más sublime que la de La Fenice”.

Cartas en tiempos de La Traviata

La Traviata obtuvo su revancha el 6 de mayo de 1854, a un año y dos meses del “fiasco rotundo”. Conoció un triunfo que Verdi no pudo disfrutar por su permanencia en París. Desde la localidad de Mandres, le escribió a Cesare De Sanctis (Nápoles) el 26 de mayo:

“¡A estas alturas sabrá que La Traviata volvió a darse en Venecia y que anduvo muy bien! Pero ¿quién le dijo a Usted que La Traviata necesitaba ser retocada? ¿Quién le dijo a la Gaceta Musical de Nápoles que yo le hice cambios? Sepa que La Traviata que se da ahora al San Benedetto es la misma mismísima que se dio el año pasado en La Fenice, con la excepción de algunos transportes de tono y de alguna anotación que hice para adaptarla mejor a estos cantantes: estos transportes y anotaciones quedarán en la partitura, porque considero que la ópera debe ser como la hace la actual compañía. De lo demás, no se tocó una nota, no se agregó nada, no se sacó nada, no se cambió una idea musical. Todo lo que existía para La Fenice, existe ahora para el San Benedetto. Entonces fue un fiasco, ahora hace furor. ¡¡Saque sus conclusiones!!”

La Traviata llegó a Roma el 30 de diciembre en el Teatro Apollo, con Rosina Penco en el papel principal pero sin la autorización del compositor. Despedazada por la censura, tal como él temía, se dio con el nombre de Violetta. Desde París y en septiembre, Verdi anticipó semejante dislate a su amigo Luccardi (Roma):

“No iré a Roma por varios motivos. Primero, porque el empresario es un tacaño, segundo, porque la censura perjudicó el sentido del drama. Hicieron a La Traviata “pura e inocente”. ¡Muchas gracias! Así destruyeron todas las posiciones, todos los personajes. Una puta siempre debe ser una puta. Si de noche resplandeciera el sol, no sería noche. En suma, no entienden nada”.

En algunas ocasiones (la de Roma no fue la única), el público debió asistir al absurdo espectáculo de la joven pura que descubre el amor en Alfredo, hasta que todo se termina porque el caballero debe casarse con una rica heredera para salvar a la familia. ¡Nada más lejano del espíritu de La Traviata! Más tarde, Gemma Bellincioni (la futura creadora de Santuzza) puso de moda la decimonónica crinolina y debió compartir el escenario con hombres que persistían en llevar pelucas blancas.

Fue así hasta que finalmente La Traviata se comenzó a representar de manera íntegra en hábitos del siglo XIX, conforme a la intención primera de los autores y sin tergiversaciones.

Artículo publicado originalmente en la edición 129 de la Revista Teatro Colón.

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