El señor del tiempo
En un rincón de Buenos Aires, la pasión por la música y la tradición de un oficio resisten el paso de los años.
Por Emilia Racciatti
Fotos: Marilina Calós
#ElColónYLaCiudad
¿Se pueden atesorar las emociones que produce la música? ¿Qué motiva a un amante de la lírica a registrar todas y cada una de las fechas de una temporada artística? ¿Por qué repetir un ritual artesanal cuando reina la tecnología? ¿Es posible luchar contra el tiempo? Estas preguntas se atropellan al escuchar la historia de un melómano, coleccionista y difusor que a la vez conserva un oficio en extinción en el barrio de Boedo.

Víctor Fernández en la paragüería que lleva su nombre.
En la esquina de Independencia y Colombres está la paragüería Víctor, una de las últimas de Buenos Aires. Fue pensada y abierta por Elías Fernández, un español llegado de Orense en 1950 que abrazó ese negocio después de vender paraguas en las calles de Berisso y Ensenada durante sus vacaciones como trabajador de una fábrica de pasta celulosa.
Según su hijo, precisamente Víctor, cuando Elías se dio cuenta de que en esas vacaciones había ganado el equivalente a un año en la fábrica, se decidió a renunciar y se dedicó a los paraguas. Desde hace 15 años, su hijo está a cargo del emprendimiento, pero esa esquina porteña sigue siendo la emblemática paragüería con la que soñó aquel inmigrante.

Don Elías en la paragüería en 1973. Gentileza Víctor Fernández.
Sin embargo hoy, además de paraguas de diversos colores, texturas y tamaños, en ese local se encuentra parte de la colección de vinilos que Víctor, abonado activo y apasionado del Teatro Colón, atesora en su oficina o en el sótano.
Su pasión por la lírica, la ópera y el ballet se alimentó y construyó asistiendo al primer coliseo desde que era adolescente.
“Mis padres iban al Colón; yo en algún momento decidí ir a ver de qué se trataba y a los 15 años fui solo. La primera ópera que vi fue muy complicada: Borís Godunov, de Modest Mussorgsky. Duraba como seis horas y estaba hablada en ruso. Después volví, pero no siempre me daba el capital para ir a platea, a pesar de que las entradas al Colón eran infinitamente más baratas al equivalente de lo que salen hoy. Entonces me iba a Paraíso de pie, cuya entrada era más económica que el colectivo para ir y volver. Me hice de un grupo de amigos con los que tomamos la costumbre de ir a diario. De cada ópera, concierto, ballet veíamos todas las funciones”, relata entusiasmado este porteño sobre aquellos días de 1978, cuando el recorrido hasta el Teatro desde su casa, ubicada en Avenida La Plata y Rivadavia, era una rutina.
La inauguración de la paragüería fue el 21 de septiembre de 1957. Víctor nació meses después, el 3 de junio de 1958, pero comparte el nombre con ese negocio porque forma parte de una tradición familiar. “En cada generación tiene que haber un Fernández llamado así”.

En la oficina ubicada en uno de los extremos del local guarda vinilos y libros, ya que pasa muchas horas del día allí, entre llamados, clientes y música. “Siempre me gustó la ópera, la lírica. Tengo programas en el sótano del negocio, hay discos y libros acá, otros en mi casa. Cuando busco algo tengo que hacer una tarea gimnástica”, explica. A sus espaldas se ve una biblioteca que mandó a construir especialmente para guardar y conservar los discos que fue comprando, pero sobre todo aquellos pertenecientes a la colección de Gui Gallardo, fallecido en 2018, que decidió aceptar por pedido de un sobrino del cantante.
Víctor cuenta que hoy está en plena tarea de catalogación y que aspira a hacer “una especie de viniloteca circulante para que la gente pueda escuchar cosas que no se encuentran en internet”. Y si bien su relación con la música está atravesada por la materialidad de soportes como el tocadiscos, los vinilos y los libros, Fernández también diagramó y armó una web, en la que se pueden encontrar desde los argumentos de más de 100 títulos hasta los eventos musicales de cada semana en todo el país.
La constancia para sistematizar los datos sobre los espectáculos que se pueden ver semana a semana en la ciudad también llevó a Víctor Fernández a publicar el libro Efemérides musicales V1.0, en el que lista nacimientos o fallecimientos de cantantes o compositores emblemáticos, estrenos de óperas o primeras representaciones de algunas de ellas en el Colón.
Día por día, en más de 400 páginas, reconstruye grandes sucesos de la música universal desde 1600 hasta 2008.
Ahora su idea es hacer un nuevo volumen con información más reciente, pero mientras tanto trabaja en la edición de un nuevo libro, Memoria musical 2018. El antecedente es el primero de esa serie, que recopila los espectáculos musicales de 2017.

Las fechas, lugares y nombres y apellidos de los artistas están acompañados por una serie de textos que, bajo el título de “Crónicas”, recuperan figuras como las de Roberta Peters, Nicolai Gedda o Higinia Tuñón, “una soprano argentina que hizo historia en el mundo”.
La obsesión por rescatar los acontecimientos musicales y la vida y obra de sus protagonistas aparece como un intento por atrapar lo contingente de la experiencia artística. Los esfuerzos por lograr que el olvido no se lleve la historia de intérpretes y compositores son un impulso vital de melómanos y coleccionistas.
Víctor mira el cielo a través de la vidriera del negocio y tira un refrán que lo acompaña siempre: “La vida no se trata de esperar a que pase la tormenta sino de aprender a bailar bajo la lluvia”. Después, acomoda unos mangos curvados de madera, enciende el giradiscos, controla la púa y vuelve a sus libros. La orquesta ataca desde el vinilo. Afuera, el tiempo amenaza.
Extracto del artículo publicado en la edición 139 de la Revista Teatro Colón.
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Antonio Gallelli lleva una vida trabajando en la realización escenográfica del Teatro Colón.
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