En otro registro
El barítono Thomas Hampson y el bajo Luca Pisaroni conjugan calidad interpretativa y mutua complicidad en No se admiten tenores, un espectáculo en el que se ríen del divismo de los reyes de los agudos extremos.
Por Sebastiano De Filippi *
Fotos: Arnaldo Colombaroli
#Artistas
Testa di tenore, reza la expresión teatral en italiano. En el mundo del canto, y en particular de la ópera, el tenor suele ser la figura masculina central, el protagonista, el joven héroe, el romántico perdidamente enamorado, el idealista con el que el público se identifica. Hay notables excepciones, pero es suficiente pensar en Nemorino, Edgardo, Manrico, Alfredo, Rodolfo o Cavaradossi para darse cuenta de que la balanza se inclina hacia los “reyes del Do de pecho”.

Tal protagonismo trae aparejadas consecuencias. La presión suele ser altísima sobre quienes interpretan los protagónicos de L’elisir d’amore, Il trovatore o La bohème, enfrentando un público que espera de ellos fraseos elegantes y brillantes agudos que estén a la altura de los tenores que los precedieron. Esta responsabilidad puede volverlos presa de nervios que afectan su conducta y los vuelven objeto de miradas poco complacientes por parte de sus colegas de otros registros.
Los tenores, suele murmurarse en el mundo de la lírica, son divos imprevisibles. Los barítonos y bajos, por el contrario, confiables profesionales de semblante siempre sereno. ¿O no?
El rey desnudo
Aunque estamos lejos de aquellas épocas en las que Enrico Caruso, Jussi Björling y Beniamino Gigli dictaban ley en los teatros (y hasta el tan mentado trío de Carreras, Domingo y Pavarotti ya es cosa del pasado), los tenores no han perdido su centralidad y su condición polémica: todavía hoy todos parecen esperar sus agudos, temer sus resfríos y prever sus desplantes.

Sobre todo en el repertorio más transitado, los tenores siguen ejerciendo su supremacía de la mano de las sopranos, condenando a un segundo plano a las voces graves. Quienes interpretan a intrigantes como Figaro y Giovanni, a padres como Germont y Rigoletto, a antagonistas como Escamillo y Scarpia parecen destinados a una notoriedad menor que la de sus colegas.
¿Y qué puede quedar para Sarastro, Basilio, Sparafucile o Colline, es decir, para los bajos? Nadie espera que las declaraciones de un bajo o su conducta en los ensayos terminen en la primera plana de los diarios. Para eso están las sopranos, diría un melómano… o los tenores, claro.
Al contraataque
El hecho es que hacia fines de la década del 90 hubo quienes tuvieron la idea de contrarrestrar, sin ánimos polémicos y con buena dosis de humor, esta primacía de la clave de Sol. La iniciativa llegó de la mano de dos auténticos referentes de sus respectivas cuerdas, que unieron esfuerzos para derrochar su talento bajo una consigna sorprendente: NTA – No Tenors Allowed.

Tal fue el título del álbum que en 1997 editó el sello Teldec, en el que el barítono Thomas Hampson y el bajo Samuel Ramey interpretan ocho dúos de ópera italiana: uno de Cimarosa, dos de Donizetti, uno de Bellini y cuatro de Verdi. Ya desde el arte de portada se apreciaba el humor de la propuesta, pues tanto el formato del texto como la foto de los cantantes remitían a Men in black, la serie de exitosas películas protagonizadas por Tommy Lee Jones y Will Smith.
El éxito discográfico implicó el nacimiento de una suerte de franquicia bajo la cual Hampson y Ramey pudieran ofrecer conciertos conjuntos, en los que el público disfrutara de fragmentos de ópera sin necesidad de oír agudos extremos. Con la reducción en la actividad del mayor de ellos, Ramey (1942), el que entonces era el más joven de los dos, Hampson (1955), pasó a ser el referente del nuevo bajo del dúo, Luca Pisaroni (1975), a la sazón también yerno de Hampson.
El barítono
Formado con la gran soprano Elisabeth Schwarzkopf y fogueado en Düsseldorf, Hampson es hoy el decano de los barítonos de su país y ostenta una carrera en la que el compromiso con la música de cámara –sobre todo germana y estadounidense– es una constante. Como destacadísimo intérprete mahleriano, otro notable aspecto de su actividad es la profusión de grabaciones, ámbito en el que ya aquilata más de 150 registros y numerosos premios internacionales.

En cuanto a la ópera, el barítono estadounidense abordó en sus primeros años un repertorio tendencialmente liviano, que incluía a Mozart, Rossini y Bellini, para afianzarse luego en roles más líricos de Verdi, Thomas y Tchaikovsky, y abrazar finalmente también compromisos más dramáticos en óperas de Wagner, Puccini y Britten. Sin perjuicio de ello, su repertorio escénico de los últimos años incluye además a Lehár, Offenbach, Strauss y un buen número de óperas contemporáneas.
A lo largo de cuatro décadas de labor infatigable, Hampson ha pisado los principales escenarios del mundo, incluyendo los teatros y auditorios de Nueva York, Londres, Ámsterdam, París, Viena, Salzburgo, Berlín y Milán, colaborando con directores como Kurt Masur, Daniel Barenboim, James Levine, Daniele Gatti, Zubin Mehta, Seiji Ozawa y Michael Tilson Thomas.
El bajo
El italiano Luca Pisaroni, por su parte, es una de las estrellas jóvenes del actual panorama teatral. Lo une a América Latina y al Teatro Colón, sala en la que debuta con esta presentación, haber nacido en Venezuela y haber estudiado en Buenos Aires con Renato Sassola y Rozita Zozulya.

Tiene en común con su ilustre antecesor de cuerda en No Tenors Allowed una predilección por los roles de bajobarítono de Mozart (Figaro, Giovanni, Leporello) y Rossini (Mustafà, Alidoro, Maometto), además de cantar algunos que Ramey también supo frecuentar con éxito, como Argante en Rinaldo, Escamillo en Carmen, Méphistophélès en Faust y los cuatro personajes demoníacos en Los cuentos de Hoffmann.
En años recientes, Pisaroni cantó en Viena, Berlín, Salzburgo, Milán, París, Sevilla, Madrid, Barcelona, Londres, Chicago, Toronto, Houston y Tokio.
La buena batalla
Desde 2010, alternando acompañamiento orquestal y pianístico, Hampson y Pisaroni vienen ofreciendo distintos programas bajo el título No Tenors Allowed, que es precisamente lo que se disponen a hacer en el primer coliseo porteño, tras pasear el formato por escenarios de Alemania, Francia, Austria, Portugal, Eslovaquia, Estados Unidos y Canadá.

La actual versión de No Tenors Allowed, contrariamente a la original, no se limita exclusivamente a dúos ni se reduce a la ópera italiana. Con el avanzar del programa, arias, dúos y otros números de óperas de Mozart, Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi o Leoncavallo dejan paso a fragmentos de operetas, musicales y hasta canciones populares, lo que permite al espectador la oportunidad de apreciar piezas de Lehár, Gershwin, Porter o Rodgers que no se suelen escuchar en la voz de dos de los más exitosos cantantes de ópera de sus respectivas generaciones.
Pero se trate de ópera italiana, opereta germana o musicales estadounidenses, la consigna es siempre la misma: como tuvo oportunidad de declarar jocosamente el propio Hampson, “¡No se trata siempre de tenores! Van a tener la noche libre. ¡No los necesitamos!”.
(*) El autor es director de orquesta, escritor y docente; actual titular de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, es co-autor de Alta en el cielo. Vida y obra de Héctor Panizza.
Artículo publicado originalmente en la edición 139 de la Revista Teatro Colón.
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Antonio Gallelli lleva una vida trabajando en la realización escenográfica del Teatro Colón.
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