A escala humana
El entorno del Teatro Colón fue restaurado y renovado en los últimos años con una mirada práctica del espacio público que integra el acervo histórico urbano.
Por Marcos Urdapilleta
#ElColónYLaCiudad
La plaza frente al Teatro Colón tiene una particularidad: organiza la mirada de quien la transita. El efecto es sutil, pero si se recorre con ojo inquieto el espacio delimitado por las calles Talcahuano, Libertad, Lavalle y Córdoba se puede reconocer un eje que ordena el paisaje de dos ciudades que conviven en una sola: hay una Buenos Aires moderna y una Buenos Aires clásica, y las dos están ensambladas.

El Teatro Colón desde Plaza Lavalle. @Marilina Calós.
En la Plaza Lavalle, la mirada que se quede cerca del piso va a encontrar señales urbanas actuales, con caminos diseñados para curiosear, canteros iluminados por la noche, bancos de hormigón y estilo minimalista. Hacia arriba aparecen las fachadas clásicas del Palacio de Tribunales, sobre Talcahuano, o la Escuela Presidente Roca (Libertad 581) y el mármol de Carrara del monumento a Lavalle, todo esto también iluminado.
Ambas Buenos Aires –estos dos ejes de la plaza– no se tocan entre sí: la idea es que no se contaminen.
Lo que hay detrás de esta organización visual es un arduo trabajo de diseño y planificación urbana, que tuvo sus antecedentes inmediatos entre 2011 y 2015, y, del otro lado de la 9 de Julio, la nivelación de microcentro –básicamente, de la calzada a la altura de las veredas, eliminando el “cordón”– y la restricción vehicular. Le siguió la refacción de la Plaza del Vaticano, ubicada junto al Teatro Colón. La continuación natural de este proyecto fue extender el trabajo iniciado en microcentro hacia la zona de Tribunales, con la nivelación de las calles Viamonte, Libertad, Talcahuano y Lavalle y la ampliación de veredas.

Palacio de Tribunales, plaza y monumento a Lavalle desde el Teatro Colón. @Marilina Calós.
Juan Pablo Vacas, Director General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, sintetiza el rediseño de la zona: “Lo que queríamos es que lo que apareciera arriba fuesen los edificios: el Teatro Colón y el Palacio de Justicia, que ya estaban refaccionados, más los que restauramos nosotros: la Escuela Roca y el Templo Libertad”. A propósito de la Congregación Israelita de la República Argentina afirma: “Se trata de que lo contemporáneo quede a nivel del piso pero no afecte el paisaje histórico de la plaza”.
Juan Vacas, Director General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la Ciudad. @Marilina Calós.
Vacas explica que los caminos de la Plaza fueron rediseñados en función del trayecto que suelen hacer los transeúntes: se conservaron solo dos líneas que se cruzan en diagonal, y todos los demás senderos, aquellos que “no conducían a nada”, fueron reemplazados por espacio verde. Además, estos caminos se quiebran para desembocar más directamente en los edificios hacia los que se orientan.
De este modo, la presencia del Palacio de Tribunales y del Teatro Colón aparece con más fuerza ante la mirada dispersa de los paseantes.
La Escuela Roca tiene su fachada construida en símil piedra, pero la pátina del edificio fue por mucho tiempo distinta de la original. El revestimiento símil piedra –explica Vacas desde su oficina, que fue la redacción del diario La Prensa, en Avenida de Mayo al 500– es un material que se ve mucho en Buenos Aires, y que hace que los edificios de la ciudad, aunque de diferentes estilos, mantengan todos el mismo tono.
“A partir de los años noventa –comenta– se puso de moda pintar el símil piedra y, dentro de esa moda, había caído la Escuela Roca. Lo que hicimos fue despintarla y conseguir que reapareciera su pátina original; esto hizo que volviera a estar en relación con los colores del Teatro Colón y con el Palacio de Justicia, que también estaba muy bien restaurado”. Además, se la iluminó con la misma luz cálida y “sencilla” que mantiene la Plaza, y se limpiaron todas las columnas, que son de granito y monolíticas, de una sola pieza.
Otro tanto se hizo con el templo de Libertad 769, que se iluminó del mismo modo, al igual que los dos edificios del Museo Judío de Buenos Aires. El material de la fachada del templo no es símil piedra sino piedra Jerusalén, de un tono un poco más claro; esta piedra tenía, desde la década de 1930, manchas de alquitrán que también se limpiaron.

Maqueta de la plaza y edificios lindantes.
Vacas y su equipo trabajaron con el detalle y a partir del detalle. En este sentido se previó también indicar la relevancia de estas construcciones: “A todos los edificios patrimoniales que dan vuelta a la Plaza se les puso en la puerta placas de granito negro con los datos: nombre del edificio, quién fue el arquitecto, de qué año es…”, comenta el responsable del patrimonio porteño.
Esta última tarea está directamente relacionada con el enfoque del proyecto de remodelación. Vacas refiere algo que queda claro cuando se recorre el entorno del Teatro Colón: “El trabajo no fue solo sobre la Plaza y sus alrededores sino más bien sobre el área de Tribunales”, dice. Esto se ve en la reconfiguración espacial y visual de la zona. Sobre todo, en la unificación de la cartelería publicitaria, en la remoción de marquesinas ilegales, en la unificación de los toldos.
Vacas hace hincapié en un aspecto central: la reducción de la circulación de automóviles.
Esto se da por las restricciones para vehículos particulares y, sobre todo, por la eliminación del estacionamiento en forma de L que se plegaba a la Plaza sobre las calles Lavalle y Talcahuano. Es que, una vez más, el espacio está pensado visual y espacialmente para el ciudadano de a pie, para el transeúnte. Un pequeño recorrido por la historia de la Plaza da cuenta muy rápidamente de esta “escala humana” y en buena medida novedosa sobre la que se proyectó el rediseño del área.
Las tres plazas
Las tres plazas que hoy están entre la avenida Córdoba y la calle Lavalle, bordeadas por Talcahuano y Libertad, eran originalmente un espacio unificado. Pero en la década de 1920 este espacio se abrió para dar paso a la calle Tucumán, y así es como el monumento a Lavalle, emplazado en 1887, quedó sobre la calzada. Esta calle pasó a tener ocho carriles, pero en 1937 se demolió todo lo que se había construido en la manzana que da a Córdoba; desde entonces la Plaza sumó esta tercera manzana. Más tarde, las obras se ampliaron para dar paso al subte.
Hacia 1950, comenta Vacas, comenzaron a funcionar los estacionamientos en forma de L, sobre las calles Talcahuano y Lavalle; más tarde, en 1972, se inaugura la fuente de los bailarines y, diez años después, se construye el estacionamiento subterráneo.
“La Plaza estaba muy deformada, y lo que nosotros hicimos fue un diseño que reunificara las tres plazas; se ganaron como cinco mil metros cuadrados de espacio verde”.
“Lo que se hizo fue una suerte de gran gesto, de gran curva formada por el camino que une las tres plazas”. Además se achicaron las calles: ya no se puede estacionar junto a las plazas sino solamente circular, y todo está nivelado, es decir, se puede pasar de una plaza a la otra muy fácilmente.

Palacio de Tribunales y monumento a Lavalle. ©DG Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la Ciudad.
Por otra parte, el monumento a Lavalle fue reincorporado a una de las plazas, y se sumó una placa conmemorativa y una luminaria fría que resalta su mármol italiano.
Todo esto devino en un espacio pensado para la circulación y el esparcimiento de los vecinos.
“De alguna manera lo que hicimos fue achicar todas las calles. En Libertad y Talcahuano hicimos las veredas frentistas más grandes, para que pudiera haber bares y mesas. Después se completó el arbolado alrededor de la Plaza, se sacaron los 120 autos del estacionamiento, se amplió el verde frente al Palacio de Justicia y se completó el sistema de bicisendas”.
En esta línea, el cuidado del espacio verde fue otro eje rector: no solo se completó el arbolado sino que también se agregaron arbustos y se plantaron especies de pasto resistentes. La Plaza, pensada como lugar de paseo y de descanso, recuperó así su sentido recreativo, y se agregó un patio de juegos para chicos en la manzana que da a la avenida Córdoba. Una propuesta oportuna, si se tiene en cuenta que el patio de juegos más cercano está en la Plaza Vicente López, a varias cuadras del lugar. Bordeando los caminos se agregaron rosales que, inspirados en fotografías de 1937, respetan el diseño original.
“La idea era limpiar la plaza visualmente y por eso no se construyó nada nuevo”, comenta Vacas. Y concluye: “Lo que intentamos es que la operación no fuera invasiva”. El resultado de estas remodelaciones es un espacio de la ciudad con una proyección fuerte hacia el peatón que, por lo tanto, maneja también tiempos más lentos y una mirada más global.
“El trabajo que hicimos tiene que ver con una visión integral del espacio público. No se trata de cosas aisladas sino pensar en conjunto lo que la gente ve: la publicidad, la iluminación, el tipo de iluminación, qué pasa con el tránsito, cómo se mueve la gente”, finaliza.
Extracto del artículo publicado originalmente en la edición 134 de la Revista Teatro Colón.
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