Glorias porteñas
Entre los siglos XIX y XX, mientras se levantaba el actual Teatro Colón, Buenos Aires comenzó a transformarse en una metrópoli a partir de la construcción de los grandes edificios que hoy son emblemas de la ciudad.
Por Leticia Pogoriles
#ElColónYLaCiudad
La Buenos Aires de finales del siglo XIX y principios del XX tenía mucho a favor, pero sobre todo tenía tiempo y espacio. Décadas de un ritmo frenético arquitectónico y urbanístico en las que el Teatro Colón se construyó casi como una punta de lanza cultural en esos años de asombroso crecimiento. Fueron los años en que se construyeron las joyas edilicias que siguen deslumbrando a cielo abierto.

Teatro Colón, circa 1910. ©Archivo General de la Nación
En ese contexto vertiginoso se construye el Teatro Colón, planeado en 1889 e inaugurado en 1908.
“Es una sala única en el mundo que se hizo en dos décadas con tres arquitectos distintos –Francesco Tamburini, Vittorio Meano y Julio Dormal– y que definía la potencia que tenía Buenos Aires como ciudad. Buenos Aires en el Sur era mirada en ese momento como Nueva York en el Norte; eran dos potencias que pujaban por su lugar protagónico. Buenos Aires era el gran faro del Hemisferio Sur”, cuenta Emiliano Espasandín, arquitecto, director fundador del estudio PALO Arquitectura, docente de la FADU (UBA) y de la Universidad de Palermo.

Arquitecto Emiliano Espasandín. ©Marilina Calós.
Hasta la mitad del siglo XIX, Buenos Aires estaba determinada por el Río de la Plata. Entre 1850 y 1865, el perfil urbano era de casas bajas donde se avistaba algún campanario, la Catedral y algunos edificios como el Cabildo. Nada superaba las dos plantas, pero había potencial. “Buenos Aires empezó a tomar una velocidad más importante con la decisión política de cambiar ese pueblo por una ciudad”, resume Espasandín. Para 1880 –coincidiendo con la federalización del territorio de Buenos Aires– deja de ser “la gran aldea” para dar lugar a un gran crecimiento urbanístico.
Buenos Aires crece
A fines del siglo XIX la ciudad “crece de manera exponencial como ninguna otra en Latinoamérica y se desarrolla como polo estratégico para llevar materia prima a España y al Reino Unido. Es la primera ciudad latinoamericana en tener una red de transporte ferrocarril, única en el mundo en ese momento con un sistema de transporte vastísimo, porque centralizaba para exportar todo lo que se podía sacar”. Incluso, para 1913, se inaugura la primera línea del subterráneo de Buenos Aires –el primero en Latinoamérica–, la línea A, que iba desde Avenida de Mayo hasta Plaza Miserere. Hasta ese momento, solo 10 ciudades del mundo tenían subterráneo.

Construcción estación Sáenz Peña de la Línea A de subtes (1912). ©Archivo General de la Nación
La idea era que Buenos Aires fuera la protagonista moderna de un tablero regional y con ese concepto no tardaron en aparecer los inversores. En términos de estilos, planeamiento y traza, la mirada se posaba en París y en el artífice de su renovación, el barón George-Eugène Haussmann, que desarrolló la urbanización de la capital francesa del siglo XIX.
“París era el lugar de influencia por default. Se miraba el Beaux Arts, la escuela de Bellas Artes academicista francesa, que renovaba el estilo neoclásico. Buenos Aires se parecía, pero con un grado de transgresión, todo lo que copiaba tenía una vuelta de tuerca porque no había prejuicios, era una ciudad joven que no necesitaba redefinir un estilo y no existía un acervo histórico que cuidar. Hubo cachivaches arquitectónicos y muchas concesiones”, admite Espasandín.

Instalación de esculturas en el Palacio Legislativo porteño.
Entre los casos décontracté, están las propuestas de Virginio Colombo, un italiano antiacademicista contratado por comerciantes exitosos que diseñó palacios como el Grimoldi, en Corrientes 2554, o la Casa Calise, en Hipólito Yrigoyen al 2500.

Obras de ampliación de la avenida 9 de Julio en los años 30. Detrás, el Teatro Colón. ©Archivo General de la Nación
La capital de un imperio imaginario
Cada uno con su estilo, hubo otros destacados arquitectos como Francisco Gianotti, representante del Art Nouveau, con obras como la Galería Güemes o la Confitería del Molino; Alejandro Bustillo, que hizo el Banco de la Nación, el Hotel Continental y la casa de Victoria Ocampo; y Alejandro Virasoro, a cargo de La Equitativa del Plata, el Banco El Hogar Argentino y la Casa del Teatro. Pero fue otro francés el que condensó en una frase el pulso de la ciudad. El intelectual André Malraux dijo alguna vez que Buenos Aires era “la capital de un imperio imaginario”.

Palacio Barolo
Entre el fin de un siglo y el comienzo del otro se construyeron los edificios emblemáticos y los públicos, que colaboraron en ubicar a Buenos Aires como la principal ciudad de América del Sur. Entre ellos, la Casa de Gobierno, el Palacio Legislativo, el de Tribunales, el Palacio de las Aguas y el Mercado del Abasto. También las estaciones de Retiro y Constitución y el Banco Nación, y otros como el Congreso de la Nación, cuya obra se concluyó en 1906 como cabecera de la también nueva Avenida de Mayo, generando el principal corredor cívico.
En la actualidad, dice Espasandín, esos edificios “son las nuevas catedrales y la referencia visual que define Buenos Aires, sin eso no sería lo mismo: es la que es por lo que se hizo en esas décadas”.

Obras de ampliación de la avenida 9 de Julio en los años 30. ©Archivo General de la Nación
También en esos años se planificó la traza urbana. De Norte a Sur, se abrieron avenidas cada cuatro cuadras –Santa Fe, Córdoba, Corrientes, Belgrano– y, en paralelo y de Este a Oeste, cada diez: Paseo Colón, 9 de Julio, Callao, Pueyrredón.
Un proyecto que se completó con la avenida Del Parque, prólogo de la General Paz, para distinguir el entorno urbano del rural.

Estación Retiro
A Buenos Aires le restarán unos años más de esplendor urbano con ejemplos de arquitectura moderna como la Bauhaus, el movimiento de Stijl de los Países Bajos, el racionalismo o la modernidad catalana. Buenos Aires quería ser eso también. “La ciudad es una obra incompleta e imperfecta que va cambiando los paradigmas que antes funcionaban, esa es la cualidad de Buenos Aires: asimilar esa gran deriva y salir bien parada”, concluye.
Extracto del artículo publicado originalmente en la edición 133 de la Revista Teatro Colón.
#HistoriasDelTeatroColón
En 1938, el trigésimo aniversario de la inauguración del edificio del Teatro Colón fue acompañado por la ampliación de los subsuelos que se extendieron bajo la actual Plaza Vaticano.
#Patrimonio
En 2018, en ocasión del 110° aniversario de la apertura del edificio del Teatro Colón, tres consagrados diseñadores gráficos argentinos emprendieron un viaje en el tiempo a través de los programas de mano.