“Ir al Colón es una fiesta”
La periodista y conductora de radio y televisión Fanny Mandelbaum comparte sensaciones y recuerdos de una vida como espectadora del Teatro.
Por Javiera Gutiérrez
Fotos: Juan José Bruzza
#EnPrimeraPersona
Es una mujer sin horarios, reportera que no descansa, periodista por vocación de servicio y movilera eterna que atiende el teléfono desde el aeropuerto, con un pie en el avión: “Soy muy habitué del Teatro –dice–. He visto muchas cosas, a estrellas del ballet y de la música contemporánea: últimamente a Zubin Mehta, a Martha Argerich. Voy a ver ballet, conciertos, intérpretes internacionales y recitales de artistas nuestros. Cuando pienso en grandes artistas pienso en el Colón”.

Expansiva y campechana, esta fanática de las artes escénicas que asiste a ver teatro casi a diario, que conoce y es reconocida por todo el ámbito artístico nacional, busca y encuentra entre la infinidad de funciones, recuerdos, reportajes y coberturas momentos únicos en su extensa relación con el Colón. Algunos cruzan de manera singular su pasión por el espectáculo, el cine y el periodismo. Así, rememora: “Me tocó cubrir el accidente en el que perdieron la vida José Neglia y Norma Fontenla. Los había visto hacía poco –a él en El niño brujo– y tuve que cubrir la tragedia de esas muertes”. El cruce la llevó también a ser la presentadora en un homenaje a Julio Bocca, lo que le permitió pisar el escenario de su Teatro amado y tener desde ahí la perspectiva de la sala, experiencia que define como “imponente”.
Aunque en diversas ocasiones ha repetido que por su entrega profesional no fue una abuela de tiempo completo, recuerda haber llevado a sus nietos a ver Pedro y el lobo en funciones matinales y haber guiado la mirada infantil hacia la cúpula de Soldi. Pero no solo a los más chicos les hizo descubrir el mundo del Teatro: una anécdota que atesora es la invitación que le hizo a uno de sus nietos mayores el día en que se recibía de administrador de empresas: “Los padres no estaban en Buenos Aires. Él me llamó por teléfono y me dijo: ‘Abuela, me recibí, quiero verte’. Le respondí que tenía entradas para el Colón, que lo celebrásemos ahí. Era la primera vez que él iba. Quedó maravillado, y así su día de graduación está ligado al Teatro”.

Su propia ligazón con el Teatro se remonta a cuando, como una adolescente que acababa de terminar el secundario, asistió con sus compañeros y una profesora de música a un concierto: “Me resultó estremecedor –recuerda–. Me dejó tan deslumbrada y fascinada que me prometí volver siempre que pudiera”.
Tal vez porque antes de ser periodista se dedicó al diseño de indumentaria es que no claudica ante la flexibilización de las normas de formalidad en el vestuario: “No disfruto cuando la gente va al Colón sin el respeto que se merece. Me parece que no es para ir en ojotas y bermudas. No vas así a una iglesia o a una cita, como no vas a la playa con vestido largo y tacos altos. El Colón tiene la jerarquía de los mejores teatros del mundo, donde van las mejores estrellas, y no existe en la Argentina otro lugar así. Es como un templo, y hay que prepararse para ir”.

De los géneros clásicos, su preferido es el ballet “desde que vi las clásicas Las zapatillas rojas y Fantasía de Disney, que me impresionaron muchísimo y sigo recomendando. No he visto muchas óperas, no tuve oportunidad. Una ópera me gusta o no por una cuestión casi epidérmica, totalmente intuitiva. Este año tenía muchas ganas de ver Un tranvía llamado Deseo porque en su momento la película también me impresionó mucho. No me imaginaba cómo podía convertirse esa obra opresiva, que luego se versionó en esa película con tanta violencia, en una ópera. Me encontré con unas voces impresionantes en una escenografía que me pareció fantástica por la forma de aprovechar el espacio. El trabajo de Gino Bogani con el vestuario fue una maravilla. Y desde la puesta hubo cosas muy bien marcadas, con la violencia un poco apaciguada, lo que encontré sumamente acertado. Además, luego me enteré de que los precios para la audiencia habían sido económicos y me produjo una gran alegría que fuese viable para cualquiera que estuviese interesado”.
Por la sensibilidad social que la caracteriza, piensa que “los chicos y los adolescentes que no tienen la posibilidad de acceder a una entrada igualmente tienen que conocer el Colón. Quizás con espectáculos más breves para que el acercamiento sea de a poco”. Por eso celebra que, en coordinación con el Ministerio de Educación, el Teatro Colón haya recibido en 2019 a miles de chicos y chicas de 80 escuelas públicas de la Ciudad. “Es enriquecedor, y es de todos”, dice.
¿Quién mejor que Fanny Mandelbaum, ganadora de dos premios Konex y tres Martín Fierro por su labor en el rubro Espectáculos, para describir qué es ir a una sala, asistir a una función? “Ir al Colón es una fiesta”, determina y remata: “Desde antes de que empiece el espectáculo y hasta después de que termina. Es todo disfrutable”.
Extracto del artículo publicado originalmente en la edición 140 de la Revista Teatro Colón.
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Cada función, un evento inolvidable
Economista y académico, el autor repasa de puño y letra su apasionado vínculo de 40 años con el Teatro Colón.
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