“La historia de Dumas no deja de ser actual”

El tenor Saimir Pirgu habla de Alfredo, un papel que lo ha hecho famoso, y de la vigencia de La Traviata, antes de subir a escena en Buenos Aires.

Por Pablo A. Lucioni

Fotos: Máximo Parpagnoli

#Ópera

 

El público del Teatro Colón conoció a Saimir Pirgu en 2012, en la producción de la ópera I due Figaro de Mercadante, que comandó el maestro Riccardo Muti. Como Jaho, Pirgu es también un exitoso albanés: tuvo una velocísima carrera en la lírica internacional, habiendo logrado desde muy temprano, y por su potencial, el apadrinamiento de algunos grandísimos referentes de la música. Un Alfredo consagrado y reconocido por su naturalidad, integró la pareja principal de la producción de La Traviata presentada en 2017.

Pirgu como Alfredo en La Traviata. Teatro Colón 2017.

Pirgu como Alfredo en La Traviata. Teatro Colón 2017.

“Para mí fue una gran emoción presentarme en este teatro de acústica maravillosa, y no veo la hora de poder volver. Creo que el Colón tiene una de las salas más bellas del mundo –comenta–. Mi retorno será con La Traviata, una ópera que me ha acompañado sin interrupciones desde los inicios de mi carrera, y que he podido llevar a los más grandes teatros, desde el Met de Nueva York hasta el Royal Opera House de Londres, pasando por las óperas estatales de Viena, Berlín, Munich y tantas otras...

Es la ópera que más he cantado, con un total de casi cien funciones en cerca de veinticinco nuevas producciones, con Violettas de la talla de Diana Damrau, Mariella Devia, Natalie Dessay... Y es un personaje que me trajo mucha suerte, porque los teatros buscan hacerte debutar con un rol de punta, como lo es Alfredo, para luego hacerte retornar con otras producciones, así que me abrió muchos caminos.

Alguna vez dijo en una entrevista que La Traviata no era una ópera para tenor, porque la historia que se cuenta es de una mujer, y desde la perspectiva de una mujer. ¿Cómo se siente en el rol de Alfredo?
Sí, lo confirmo. Verdi quiso con Alfredo crear un personaje menos expuesto, caracterizado por la inocencia y su genuinidad, a espaldas de Violetta, sin atribuirle demasiados momentos en los cuales el público pueda concentrarse realmente en él. Estas cosas hacen que sea uno de los papeles más difíciles de interpretar porque, además de la presencia escénica, necesita de una cualidad vocal importante, para afrontar una tesitura bastante central, con sólo un aria, que tampoco es tan notoria para el público. Alfredo tiene constantemente duetos, casi siempre al lado de Violetta, y todo esto lo vuelve para el tenor difícil de distinguirse, y parece casi complementario. Para un buen resultado, son necesarios un muy buen entendimiento interpretativo y afinidad con la intérprete de Violetta, además de las obvias cualidades actorales, y sobre todo vocales.

Con su compatriota Ermonela Jaho, en La Traviata. Teatro Colón 2017.

Con su compatriota Ermonela Jaho, en La Traviata. Teatro Colón 2017.

¿Y entiende la historia como algo muy de su época o considera que sigue teniendo actualidad?
Pienso que la historia de Dumas no deja de ser actual. Es cierto que la sociedad ha evolucionado mucho, y en gran parte del mundo parece difícil y distante esta relación con una cortesana, como se muestra en la ópera. Pero su actualidad está dada por el hecho de que la historia entre Violetta y Alfredo sigue emocionando a las audiencias, porque por sobre el buen sujeto dramático, Verdi ha logrado construir una maravilla musical excepcionalmente intensa. Su permanencia demuestra que aunque los hechos sean de otra época, siguen teniendo significado real para nosotros. .

Usted estudió en Italia. ¿Eso fue determinante para su carrera?
Seguramente. Estudiar en Italia fue una elección, y las mayores oportunidades que el país me ha dado me ayudaron a desarrollar mi carrera rápidamente. La pasión por el canto, en realidad, siempre existió en mí. Debo decir también que en Albania, mientras estaba en la escuela primaria, aun en su ocaso el régimen comunista incentivaba el sistema escolar con cursos y actividades especiales para que los niños predispuestos practicaran o desarrollaran una disciplina artística. Un poco por elección, y otro poco por imposición del sistema, yo había empezado a estudiar violín. Y obtuve mi diploma, pero nunca desistí de cantar. Estudiar el instrumento contribuyó notablemente a acrecentar mi preparación musical, y sobre todo a aguzar mi oído, lo cual fue una base excelente para cuando empecé a estudiar canto. Gracias a eso mis estudios fueron velocísimos: logré recibirme en el Conservatorio de Bolzano en poco menos de dos años e iniciar a partir de ahí una carrera profesional. A la edad de veinte, ya había ganado dos importantes concursos internacionales, y alguien se lo dijo al maestro Claudio Abbado, que me quiso en su Così fan tutte. Poco después debuté en el Festival de Salzburgo y en la Ópera de Viena, y eso me abrió las puertas de una carrera internacional.

La historia de Dumas no deja de ser actual

De muy joven ha tenido la suerte, seguramente merecida, de contar con la ayuda de grandes referentes de la música que apoyaron su carrera.
Sí, me considero sumamente afortunado, porque tuve la posibilidad de aprender de las enseñanzas del gran Luciano Pavarotti, y luego de hacer mi debut en la lírica con un gran director como Claudio Abbado. Gracias a ellos he logrado entrar por la puerta grande de este arte, y reconozco que no son muchos los que han tenido esa fortuna. La referencia y la guía de estos dos maestros permanece muy viva en mí, y son mi orientación en los momentos de necesidad y duda. Por supuesto que también aprendí mucho de otros grandes con quienes tuve la suerte de trabajar: Riccardo Muti, Mariss Jansons, Lorin Maazel, Nikolaus Harnoncourt, Zubin Mehta... todos me han aportado muchísimo, y reconozco que sigo siendo un alumno.

E incluso ha sido dirigido por Woody Allen...
Exacto, pero no en el cine, sino en el mundo de la ópera. Fui invitado por el Director Artístico de la Ópera de Los Ángeles, Plácido Domingo, para hacer en 2008 el Gianni Schicchi que marcó el debut de Woody Allen en la dirección escénica de ópera. Tuve el privilegio de colaborar con él, y de acercarme a un mundo completamente nuevo, una aproximación mucho más cinematográfica de una puesta operística.

La historia de Dumas no deja de ser actual

Ha tenido una carrera veloz que lo ha llevado a cantar mucho, y variado, en pocos años. ¿Cómo maneja los roles y los compromisos que toma?
Soy siempre muy cauto a la hora de avecinarme a nuevos papeles, y con la debida precaución siempre he probado nuevos personajes que pudieran ampliar mi repertorio. Este año debutaré con Gabriele Adorno de Simon Boccanegra y Pinkerton de Madama Butterfly. Supongo que los próximos años me harán acercarme a varios roles franceses: Werther, Manon de Massenet y Fausto, manteniendo éstos junto con los otros de suceso que venía cantando. Si bien creo que un tenor lírico joven siempre debe mantener un Rigoletto, un Fausto y una Bohème en su repertorio, también creo que experimentar es importante, con cuidado, pero sin miedo. Esto es fundamental, y si es hecho con conciencia, es lo que le permite a uno delinear con más claridad cuáles son los límites del propio repertorio, y simultáneamente exteriorizar de qué era uno capaz, algo que hasta que no se prueba, nunca se sabe con exactitud. Yo suelo tener el esquema de que una vez que preparé bien un papel, lo presento y luego lo dejo algunos años, para que madure, se decante, y sólo después lo vuelvo a cantar. Esta técnica ha sido muy efectiva para mí.

En esta producción de Traviata harán la dupla protagónica con su compatriota Ermonela Jaho. Han cantado juntos antes, ¿cómo se siente que hoy ambos tengan un papel tan destacado en la lírica mundial?
Sí, hemos cantado muchas veces juntos, especialmente en Traviata. Primero en Londres, después en Berlín, en Viena, hicimos conciertos juntos también, y ahora estoy muy feliz de que esta dupla vocal albanesa pueda estar en un lugar histórico como el Teatro Colón. Fue una gran sorpresa para mí. Albania fue un país que sufrió el comunismo durante cincuenta años, y tanto Ermonela como yo pertenecemos a la generación post años noventa, aquella de la democracia. Al principio era normal que no hubiera cantantes albaneses conocidos, pero luego, con el fin del comunismo, se han hecho progresos enormes de apertura, de intercambio cultural y demás, y eso permitió que surgieran varios cantantes de nuestro país con reconocimiento internacional.

Artículo publicado originalmente en la edición 129 de la Revista Teatro Colón.

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