La “italiana” cruzó el océano
Crónica de la presentación en España en julio de 2018 de la puesta de La italiana en Argel estrenada meses antes en nuestra sala y cuya utilería, escenografía y vestuario viajaron desde Buenos Aires.
Por Carlos Singer
Fotos: Elena Jerez
#Opera
Un público que abarrotaba el Teatro-Auditorio de San Lorenzo de El Escorial en las afueras de Madrid recibió con gran entusiasmo el pasado 26 de julio el estreno de esta producción proveniente de nuestro primer coliseo y realizada por el mismo equipo artístico compuesto por Claudio Hanczyc en la escenografía, Mercé Paloma en el vestuario y Sebastián Marrero en iluminación.

La producción del Teatro Colón en el Teatro-Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. 2018.
La presentación en España de esta coproducción con el Festival de Verano de El Escorial y la Quincena Musical de San Sebastián (donde se presentó el 11 de agosto) significó una buena oportunidad para que tanto el público europeo como los programadores apreciaran la calidad de los talleres escenotécnicos del Colón.
No parece necesario extenderse demasiado sobre los aspectos visuales de este trabajo, rebosante de dorados, plumas, lentejuelas, colores estridentes, odaliscas, vedettes y travestis con barba, ya conocido por los asistentes al Colón, aunque sí cabe destacar algunos cambios, la mayoría de ellos obligados por las características de la sala y el espacio reducido.
Así, el dromedario (¡que no es camello!) ubicado a la izquierda del proscenio no estaba paralelo al telón sino perpendicular a él y con su cabeza mirando a escena, por lo que la mayoría veía solo sus cuartos traseros, diluyéndose en buena parte la gracia de los balanceos de su cuello y el movimiento de sus ojos. Si en un costado del escenario estaba el dromedario, en el otro se ubicaba el clave para acompañar los recitativos, en lugar bien visible y con su ejecutante (Miguel Huertas, que realizó una muy buena labor, aplicando sapiencia e imaginación) travestido con ropaje idéntico al de las vedettes de este espectáculo; apenas se ubicó frente al teclado se colocó, de forma muy ostensible, un emplumado adorno sobre su cabeza.

Hubo además un cambio significativo en el comienzo, seguramente algo ideado por el director de escena, el andorrano Joan Anton Rechi, con posterioridad a las representaciones de Buenos Aires. Cuando se abrió el telón en El Escorial, apenas empezó a sonar la música, apareció en medio del escenario un solitario Lindoro, que observaba con nostalgia un retrato (de seguro el de Isabella) acompañado por la plañidera música introductoria de la obertura, ese Andante de tono triste y quejumbroso. Lindoro abandona la escena, cabizbajo, y allí surge, brioso, el exultante inicio de la parte medular de la obertura, momento en el que descendió el gran cartel que nos ubicaba en el “Casino de Algérie”.
Paolo Arrivabeni demostró ser un avezado concertador, coordinando con notable ajuste escena y foso, a la vez que lograba dotar a la partitura de tiempos ágiles, fraseo elocuente e interesantes contrastes dinámicos. La suya fue una labor de fina orfebrería y muy estilística. Estuvo secundado a la perfección por la Orquesta de la Comunidad de Madrid, que se mostró muy flexible a las indicaciones de la batuta, a la vez que afinada, homogénea y transparente, con excelentes prestaciones de algunos de sus solistas de maderas; a destacar en especial flauta y oboe.

Las voces masculinas del Coro de la Comunidad de Madrid, dirigido por Félix Redondo, tuvieron un desempeño encomiable tanto en canto (pese a lo reducido de su número, menos de una veintena de integrantes) como en el movimiento escénico, donde mostraron entusiasmo y disposición.
El elenco mostró un más que meritorio nivel, destacándose netamente el bajo italiano Carlo Lepore que compuso un Mustafá de gran poderío vocal, exponiendo belleza tímbrica, grata línea de canto, perfecta afinación y un registro grave sonoro y colorido; además es un consumado actor y supo dotar a su personaje de una amplia variedad de actitudes y posturas. Lepore actuó en dos temporadas del Colón, encarnando a Don Magnifico de La Cenerentola en 2012 y Don Bartolo de El barbero en 2014.

Marianna Pizzolato ha cantado la Isabella por todo el mundo y demostró dominar el rol hasta en sus menores detalles. Su trabajo impresionó de manera favorable: posee una voz bien trabajada, pareja en toda su tesitura, con perfectas coloraturas y agilidades sin mácula, aunque su volumen es algo escaso, viéndose relegada a un segundo plano en las escenas de conjunto. La labor escénica de la mezzosoprano italiana hubiese requerido una dosis mayor de gracia y vivacidad.
Joan Martín Royo mostró buenas cualidades de cantante-actor como Taddeo, Arantza Ezenarro pudo lucir algunos agudos límpidos y bien timbrados como Elvira y tuvieron correcto desempeño Sebastià Peris (Haly) y Alejandra Acuña (Zulma).

Con el rol de Lindoro se produjo un curioso “intercambio binacional”. Si en Argentina el personaje estuvo, en el primer elenco, a cargo de un tenor español (Xabier Anduaga), para las ejecuciones en España se contó con dos tenores argentinos: en El Escorial el joven salteño Francisco Brito, especializado en papeles rossinianos; en San Sebastián (precisamente la ciudad de donde es oriundo Anduaga), Santiago Ballerini, que en el Colón actuó en las funciones extraordinarias. Brito, un nombre casi desconocido en nuestro país (cantó ópera solo una vez, Belfiore en el estreno de El viaje a Reims de Rossini en el Argentino de La Plata en 2011), mostró poseer amplias condiciones vocales, con buena proyección, timbre interesante, adecuada agilidad y agudos seguros e impactantes; a ello hay que añadir que se mueve con soltura y prestancia en escena, configurando así una actuación de real valía.
Prestigio de exportación
“Es una gran oportunidad traer una creación del Teatro Colón, en la medida en que los talleres de ese teatro son muy prestigiosos”, señalaba previo al estreno Jorge Culla, intendente del Centro de Artes Escénicas Contemporáneas Teatros del Canal de Madrid y del Auditorio San Lorenzo de El Escorial, ubicado a 50 kilómetros de la capital española.
“Hace tiempo que trabajamos con la Quincena de San Sebastián”, añade Culla respecto de la presentación de la coproducción hispano argentina en ambos eventos. “Como suceden muy seguidos, nos permite que un espectáculo se presente en los dos festivales. Y hay otros que están interesados en ver la producción, así que seguramente La italiana… seguirá después su recorrido por otros sitios”.
Culla, que presenció el estreno porteño, ponderó que el Festival de Verano de El Escorial es una de las principales propuestas culturales del verano español y, dentro de una agenda de conciertos sinfónicos, recitales y obras que mixturan disciplinas y géneros, lo que genera más expectativas es la ópera. “Lo que el público más espera del Festival de Verano, lo que más desea ver, es la ópera. Y creemos que será un gran éxito”, había vaticinado en relación con La italiana en Argel.
Artículo publicado originalmente en la edición 134 de la Revista Teatro Colón.
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