La vigencia de un legado

En actividad desde hace más de ocho décadas, la Orquesta Filarmónica de Israel posee una historia trascendente en el ámbito musical con fuerte impacto humanitario.

Por Gustavo Fernández Walker

#Conciertos

 

En 1936, el violinista Bronislaw Huberman comprendió que los cientos de músicos judíos que integraban las principales orquestas europeas no solo corrían el riesgo de perder sus puestos de trabajo, sino que eran sus propias vidas las que estaban en juego. Con el apoyo de numerosos artistas e intelectuales, Huberman fundó la Orquesta de Palestina, que ofreció su primer concierto en diciembre de ese año, en Tel Aviv, bajo la batuta de Arturo Toscanini.

La vigencia de un legado

El director italiano había manifestado públicamente su rechazo a volver a actuar en Alemania mientras el nazismo continuara en el poder y Huberman tomó ese gesto como una suerte de guiño para terminar de darle forma y aliento a un proyecto que resultaba mucho más que musical: se calcula que unas 1.000 personas, entre los músicos y sus familias, fueron salvadas del exterminio gracias a las gestiones de la Orquesta para contratar artistas de Alemania, Austria, Hungría y Polonia.

Esquina de las calles Huberman y Toscanini en Tel Aviv, Israel.

Esquina de las calles Huberman y Toscanini en Tel Aviv, Israel.

También en 1936, mientras Huberman realizaba las gestiones para instalar en Tel Aviv a los músicos que escapaban de Europa, nacía en Bombay, India, Zubin Mehta. Como si un hilo secreto uniera los destinos de la institución y del director cuyo nombre está asociado a ella de manera indeleble.

Mehta dirigió por primera vez a la que por entonces ya había sido rebautizada Orquesta Filarmónica de Israel en 1961, fue nombrado su consejero musical en 1969, director musical en 1977 y director vitalicio en 1981. El año 2019 marca la temporada final de Mehta al frente de la Orquesta Filarmónica de Israel. El joven Lahav Shani (Tel Aviv, 1989) será su sucesor, pasando a integrar una selecta lista de nombres que incluyen a William Steinberg, Kurt Masur, Gianandrea Noseda y Leonard Bernstein.

Como todas las buenas historias, los años de Zubin Mehta al frente de la Orquesta Filarmónica de Israel se construyen a partir de una curiosa alquimia entre lo azaroso y lo inevitable.

En 1967, con la Guerra de los Seis Días en el horizonte, la orquesta es notificada de la cancelación del director contratado para el concierto de la semana siguiente. Los solistas, el pianista Daniel Barenboim y la violonchelista Jacqueline Du Pré ya estaban en camino. Mehta se encontraba en los Estados Unidos, y cuando recibió el llamado urgente de Tel Aviv no lo dudó. Fue trasladado en un avión militar que, lo sabría al llegar, sería el último en aterrizar en Israel mientras la guerra comenzaba.

Mehta, Barenboim y Du Pré ensayaron toda la semana en un búnker.

Finalmente, actuaron en lo que sería llamado “el concierto de la victoria”: Barenboim como solista en el Concierto para piano y orquesta N° 5 de Beethoven, Du Pré en el Concierto para violonchelo de Elgar. Una semana más tarde, Barenboim convenció a Mehta para que les mintiera a las autoridades y declarara ser judío, y así poder oficiar como testigo en la boda del pianista y Du Pré en el Muro de los Lamentos.

La Orquesta Filarmónica de Israel junto al Maestro Zubin Mehta. ©Oded Antman.

La Orquesta Filarmónica de Israel junto al Maestro Zubin Mehta. ©Oded Antman.

El vínculo entre Mehta y la Filarmónica de Israel parece un catálogo de episodios extraordinarios, entre los que sin dudas se destaca la actuación en Weimar en 1999: Mehta, por entonces también director de la Ópera de Baviera en Múnich, propuso formar una orquesta integrada por miembros de la institución alemana y de la Filarmónica de Israel. A pocos metros del lugar en donde había funcionado el campo de concentración de Buchenwald, la orquesta interpretó la Sinfonía N° 2, “Resurrección” de Gustav Mahler.

En ese año, Weimar, la ciudad natal de Goethe, funcionaba como capital cultural europea, y en el mismo momento en que Mehta ensayaba con los músicos de sus dos orquestas, Daniel Barenboim y Edward Said comenzaban los primeros encuentros y ensayos de lo que sería la West-Eastern Divan Orchestra, bautizada precisamente a partir de la colección de poemas de Goethe. Al día de hoy, algunos jóvenes integrantes de la Filarmónica de Israel forman parte también de la agrupación creada por Barenboim.

La Filarmónica de Israel dirigida por Mehta en el Teatro Colón, 2016. @Máximo Parpagnoli.

La Filarmónica de Israel dirigida por Mehta en el Teatro Colón, 2016. @Máximo Parpagnoli.

Al mismo tiempo, esa visibilidad de la Filarmónica la colocó también en el centro de disputas inesperadas, como las protestas que obligaron a suspender la transmisión del concierto de la orquesta en los Proms londinenses en 2011.

Lo curioso del caso es que el conato de boicot a la Orquesta Filarmónica como modo de protesta ante las políticas del Estado de Israel pasa por alto el hecho de que la propia orquesta se contó, en más de una ocasión, entre las víctimas de esas políticas: como señaló el propio Mehta cada vez que algo así ocurría, muchas administraciones se dedicaron a recortar drásticamente el presupuesto de la Filarmónica, que cuenta, a pesar de todo, con diversos modos de financiación externa para paliar la eventual falta de recursos.

La Filarmónica de Israel y Zubin Mehta en el Teatro Colón, 2016. @Máximo Parpagnoli.

La Filarmónica de Israel y Zubin Mehta en el Teatro Colón, 2016. @Máximo Parpagnoli.

No obstante, por sobre cualquier otra consideración o anécdota, la principal misión de la orquesta es con la música.

En la época dorada de las grabaciones discográficas, la Orquesta Filarmónica de Israel contribuyó con varias joyas a un catálogo que todavía hoy causa asombro: Stravinsky, Dvorák, Mendelssohn y Tchaikovsky bajo la batuta de Leonard Bernstein; Smetana, Schubert, Prokófiev y Mahler con Zubin Mehta, grabaciones de un jovencísimo Georg Solti (Mendelssohn, Dukas, Schubert) y estrenos de obras de Bernstein como la Sinfonía N° 3, “Kaddish” y el nocturno para orquesta de cámara Halil.

Recientemente, una reedición del archivo histórico de la orquesta (que incluye conciertos dirigidos por Giuseppe Sinopoli, Rafael Kubelik, Mstislav Rostropovich y Herbert Blomstedt, además de los infaltables Masur, Mehta y Bernstein) produjo una inesperada revaloración del formato del CD, con una versión de la Novena sinfonía de Mahler dirigida por Bernstein en 1985 convertida en un inesperado (por el formato, no por el contenido) best-seller.

Lahav Shani, sucesor de Mehta desde 2020 al frente de la Filarmónica de Israel.

Lahav Shani, sucesor de Mehta desde 2020 al frente de la Filarmónica de Israel.

El legado de la Orquesta Filarmónica de Israel, sin embargo, no se mide en cantidad de discos vendidos, sino fundamentalmente en lo que significa una agrupación de semejante envergadura en una región en la que la actividad cultural es capaz de marcar profundamente a la comunidad de la que es parte. Un ejemplo, por caso, es el programa Sulamot, que une los esfuerzos de la orquesta con los de la Universidad de Tel Aviv para llevar la educación musical a las zonas más vulnerables de Israel.

Creado en 2010, Sulamot se inspiró en el sistema venezolano, y diversos miembros de la orquesta participan viajando a distintos puntos del país para promover la actividad musical de niños en comunidades vulnerables, desde Nazareth hasta Beer Sheva, con actividades regulares en la sede de la Filarmónica en el Auditorio Charles Bronfman en Tel Aviv. Muchas de esas actividades pueden seguirse desde la página web oficial de la orquesta, en donde también es posible encontrar registros recientes de la temporada oficial de conciertos.

Dos películas para una vida

El documental Orquesta de exiliados (2012) de Josh Aronson describe el titánico esfuerzo de Bronislaw Huberman para hacer realidad el sueño de lo que se convertiría en la Orquesta Filarmónica de Israel, salvando a cientos de músicos judíos que se encaminaban a una muerte segura en Europa. Pero Huberman, discípulo de Joseph Joachim y acaso una de las figuras musicales más prominentes de su tiempo, es el centro de otro documental, también de 2012: El regreso del violín de Haim Hecht.

Aunque, en rigor, el verdadero protagonista es el violín Stradivarius “Gibson-Huberman”, dos veces robado al propio Huberman. Una en su hotel de Viena, en una trama similar a la de la ópera Jonny spielt auf (1927) de Ernst Krenek; la otra, más dramática, en el Carnegie Hall, en 1936. El autor del robo, el violinista Julian Altman, confesó todo casi medio siglo más tarde, en su lecho de muerte.

Integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional de Washington DC, Altman tocó el Stradivarius de 1713 durante años, sin que nadie sospechara el tesoro que tenía en sus manos cada vez que subía al escenario. Hoy, el propietario del Stradivarius “Gibson-Huberman” es Joshua Bell. Fue precisamente ese mismo Stradivarius el violín que Bell utilizó en el Metro de Washington en enero de 2007, ante la mirada de los pasajeros que, incluso si reconocían al virtuoso escondido debajo de una gorra de béisbol, difícilmente imaginaran las historias que, a lo largo de los siglos, había protagonizado ese instrumento mítico.

Extracto del artículo publicado originalmente en la edición 138 de la Revista Teatro Colón.

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