Las voces de Hoffmann
Un perfil vocal de los personajes de la ópera de Offenbach, que en 2019 volvió al escenario del Teatro Colón luego de 18 años.
Por Sebastiano De Filippi *
#Ópera
El estreno mundial de Los cuentos de Hoffmann tuvo lugar en París en 1831. En razón de que Offenbach había dejado su partitura sin terminar, la ópera se dio sin el acto ambientado en Venecia, y por ende sin los personajes de Giulietta, Dapertutto, Pittichinaccio y Schlémil. Esa es una de las razones por las que la identidad vocal del rol de Giulietta resulta algo problemática (por su escritura eminentemente central, el papel es asequible por igual para sopranos y mezzosopranos) y el monólogo de Dapertutto fue mutando a lo largo de los años.
Con todo, acercarnos a los cantantes que estrenaron Hoffmann nos puede deparar muchas revelaciones interesantes sobre el perfil vocal de los principales personajes de esta pieza, a la que bien cabría la feliz expresión de Umberto Eco “obra abierta”.

El tenor Alfredo Kraus y la soprano Paula Almerares. Los cuentos de Hoffmann, 1993. @Arnaldo Colombaroli
El protagonista tenoril
Tras considerar un Hoffmann barítono, el compositor optó por la solución clásica: ante un adversario de voz grave, el protagonista debía tener una vocalidad aguda. Fue así como Hoffmann pasó a ser uno de los papeles tenoriles más desafiantes del repertorio francés. Quien dio voz al personaje en el estreno mundial fue Jean-Alexandre Talazac. Se trataba de un tenor lírico, caracterizado por gran seguridad musical y fácil acceso al registro más alto, lo que le abrió las puertas de los teatros de Londres, Lisboa, Montecarlo, Bruselas y, por supuesto, de la propia París.
Si bien no evitó otros repertorios –fue Tamino en La flauta mágica, Alfredo en La traviata, y protagonista de las versiones francesas de La favorita y Lucia di Lammermoor–, Talazac se destacó en el repertorio galo: fue notable intérprete de Gounod (Fausto, Romeo y Julieta), Bizet (Los pescadores de perlas), Thomas (Mignon) y Meyerbeer (Los hugonotes). Se aseguró un lugar en la historia del teatro cantado por su participación en los estrenos mundiales de Lakmé de Delibes, Manon de Massenet y Le roi d’Ys de Lalo. Nueve años después de encabezar la primera producción de Los cuentos de Hoffmann también fue el primer Sansón en Sansón y Dalila de Saint-Saëns.

Los cuentos de Hoffmann, en la versión de Constantino Juri. Teatro Colón, 1993. @Arnaldo Colombaroli
Debe consignarse que esta catarata de éxitos y estrenos se ubicó en una carrera que duró apenas dos décadas, ya que, a los 45 años, en 1896, Talazac moría prematuramente en su residencia de Chatou, cerca de la capital francesa. A lo largo de los años, heredaron parte de su repertorio y el rol de Hoffmann tenores francófonos como René Maison, Raoul Jobin y Roberto Alagna.
Cuatro mujeres en una
La primera protagonista femenina de la ópera de Offenbach fue Adèle Isaac. Discípula de Gilbert Duprez, desarrolló una interesante carrera en el ámbito francés. La suya era una voz de soprano lírico-ligera con facilidad para la coloratura; su repertorio es un claro indicio de ello: fue intérprete destacada de óperas de Mozart, Donizetti, Gounod y Thomas, como Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, Guillermo Tell, La fille du régiment, Romeo y Julieta, Fausto, Mignon y Hamlet.

La soprano Laura Rizzo en Los cuentos de Hoffmann. Teatro Colón, 2001. @Arnaldo Colombaroli
Sin embargo, no era Isaac de esas sopranos livianas que carecían de espesor vocal en el registro más grave ni de aquellas que solo podían componer doncellas virginales… Baste decir que en 1883 se hizo cargo del rol del título en Carmen de Bizet.
Este perfil nos brinda una pauta importante sobre qué tipo de voz imaginaba el compositor para los amores de Hoffmann: sin perjuicio de la vocalidad más lírica de Antonia y de la tesitura más grave de Giulietta (que, recordémoslo, no existió en el estreno mundial), las encarnaciones de Stella debían cumplir, ante todo, con los requisitos de la muñeca Olympia: agudos de fácil acceso y habilidad para las agilidades.

Rachele Gilmore como Olympia. Teatro Colón, 2019. @Máximo Parpagnoli.
Desde entonces fueron muy pocas las cantantes que se animaron a encarnar a todas las heroínas offenbachianas en la misma función (o grabación) y ello sucedió mayormente por fuera de Francia, con divas como Joan Sutherland, Beverly Sills y Edita Gruberová.
Un antagonista multiforme
En el estreno de Los cuentos de Hoffmann, el enemigo de un Alexandre fue otro Alexandre, ya que los personajes demoníacos estuvieron a cargo de Émile-Alexandre Taskin. Cantante admirado por su refinamiento, poseía una vocalidad muy personal, a partir de un registro híbrido que lo llevaba a alternar partes de barítono (como Almaviva en Las bodas de Fígaro y Lescaut en Manon) con roles de bajo (como Lothario en Mignon y Phorcas en Esclarmonde). La frecuentación de otras obras de Berlioz, Auber, Gounod, Delibes, Saint-Saëns y Debussy selló una evidente preferencia por el repertorio de su tierra y por la tesitura de bajo-barítono. La carrera de este artista fue tan breve como la de su colega tenor: Taskin, coetáneo de Talazac, le sobrevivió solo un año más y en 1897 moría en la misma ciudad que lo había visto nacer, París, luego de haberse retirado de los escenarios para dedicarse a la docencia.
Lindorf, Coppélius, Miracle –y posteriormente Dapertutto– se insertan así en una gloriosa línea de roles dentro del repertorio francés que, a diferencia de los típicos papeles para bajo-barítono de la ópera romántica alemana (con Wagner a la cabeza), más que opulencia vocal y expresión heroica requieren de una gran nobleza de canto; no en vano la tradición de Taskin prosiguió a lo largo del tiempo, dándonos artistas notables como Roger Soyer, José van Dam y Jean-Philippe Lafont.

Ramón Vargas como Hoffmann. Teatro Colón, 2019. @Máximo Parpagnoli.
La voz de la conciencia
El año 1881 resultaba una fecha tardía para presentar un rol masculino a cargo de una mujer. Los últimos ejemplos de este concepto en territorio galo fueron el Siebel de Fausto y el Stéphano de Romeo y Julieta. El motivo de Offenbach fue doble; por un lado, quería relacionar a Nicklausse, el amigo de Hoffmann, con esos personajes adolescentes; por el otro, deseaba apuntar a la identificación de Nicklausse con la Musa, que en el caso de Hoffmann es la voz de su conciencia.
Marguerite Ugalde fue la cantante elegida para ese cometido. Había debutado en la Opéra-Comique como Marie en La fille du régiment, éxito al que siguieron numerosas producciones de operetas y vodeviles pertenecientes a Offenbach, Suppé, Chassaigne y Lecocq, entre otros. En varias de estas piezas le tocó componer personajes masculinos.
¿Qué conclusiones podemos sacar del análisis de su repertorio? Por lo pronto, que se trataba de una voz híbrida, a mitad de camino entre los registros de soprano y mezzosoprano. En segundo lugar, que se destacaba por su histrionismo, cualidad fundamental a la hora de tener éxito en el teatro musical popular. Ciertas características similares tuvieron algunas intérpretes posteriores de Nicklausse, como Huguette Tourangeau, Ann Murray y Anne Sofie von Otter.
Extracto del artículo publicado originalmente en la edición 140 de la Revista Teatro Colón.
(*) El autor es director de orquesta, escritor y docente; actual titular de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, es coautor del libro Alta en el cielo. Vida y obra de Héctor Panizza.
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