“Me siento parte de la vida del Teatro Colón”
Periodista, médico y perpetuo estudiante de dirección de orquesta, Nelson Castro es mucho más que un habitué del teatro y lo considera uno de los grandes patrimonios culturales de la Argentina.
Por Javiera Gutiérrez
Fotos: Marilina Calós
#EnPrimeraPersona
“Empecé a estudiar música a los 10 años, y a los 15 me recibí de profesor de guitarra. Di conciertos en Radio Nacional, en Radio Municipal, estudié armonía, contrapunto y dirección de orquesta con Ferruccio Marzán, y el Colón forma parte de mi vida desde mi adolescencia”, cuenta Castro.

“La primera vez que fui tenía 14 años. Me acuerdo perfectamente, vi a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dirigida por Pedro Ignacio Calderón, en el abono de los lunes, que empezaba a las 21. Yo vivía en Urquiza, mis papás me dieron permiso para ir con otro amigo, así que viajamos en el 140, que me dejaba a una cuadra de mi casa”, evoca.
¿Qué impresión te quedó de esa primera vez?
Maravillosa. No era mi primer concierto, yo ya iba a conciertos desde los 13 años. En aquel concierto la Filarmónica hizo Scherezade como obra de fondo, que me resulta fascinante y era una de las primeras obras que escuché cuando me empezó a gustar la música clásica, así que me acuerdo del teatro lleno, y esa cosa emocionante… Siempre pienso: “Qué lástima que en ese momento no existía la tecnología, porque hoy en día estaría registrado en una selfie”. Fui al Paraíso, que me encantó por cómo se veía todo desde ahí, y me sorprendió encontrar el teatro lleno un día lunes, y con mucha gente joven.
¿Y desde entonces, vas regularmente?
Voy mucho menos de lo que querría. Me gustaría ir tres o cuatro veces por semana y a veces pasan meses en los que no puedo ir, pero lo sigo con mucho interés. La vida me acercó profesionalmente a la actividad del Teatro, así que lo vivo con mucha intensidad. Me siento muy involucrado en aportar mi profesión para acercar el Colón a la gente, lo que es un verdadero desafío del Teatro en particular y también del mundo de la música clásica o académica, para el presente y el futuro.
El Colón es la punta de una pirámide a la que va gente que tuvo la posibilidad de hacer un recorrido en la música clásica. Hay que ver cómo se toma al primer público, hay que tenerlo muy en cuenta y dedicarle mucho tiempo a eso. Hay que ver muy bien las programaciones y cómo se potencia lo multimediático. En ese aspecto, todo lo que ofrece el Teatro Colón es un elemento muy atractivo para ese primer acceso que hay que generar con la idea de un recorrido para que la persona lo incorpore dentro de sus gustos artísticos.

¿Hay alguna función de la que tengas un recuerdo particular?
Hay muchas. De artistas internacionales, me tocó ver a la Filarmónica de Berlín y a la Filarmónica de Viena, tuve el honor de presentar la primera actuación en Latinoamérica de la orquesta West Eastern Divan, cuando vino con Daniel Barenboim en 2005, y de haber entrevistado a Luciano Pavarotti, a Zubin Mehta. Son cosas de alto impacto emocional y profesional. Después, haber acompañado a la orquesta en algunos reclamos en los que me sentí muy implicado. No me siento un espectador del Colón sino que formo parte de la vida del teatro. También me produjeron mucha emoción las dos o tres veces que fui a hacer la entrega de las medallas de la Asociación de Profesores, porque es la vivencia de algo que representa un patrimonio cultural de la Argentina, y que está hecho de personas.
Habrás estado en muchos otros teatros del mundo. ¿Qué te parece que distingue al Colón del resto?
Conozco el Met, la Scala y algo menos la Ópera de Viena. El que más conozco es el Met, por haber vivido en Nueva York. Los teatros de ópera son complicados de manejar en todo el mundo, estructuras difíciles por la complejidad de lo que hacen. Ahora, el Colón tiene algo insuperable, que es su acústica.
Si tuvieras que dar tres razones para ir por lo menos una vez al Colón, ¿cuáles serían?
Empezando por lo edilicio que es maravilloso; después, que uno va a encontrarse con un mundo que le va a encantar, si es que va a la función adecuada. Por eso hay que trabajar en la formación de nuevos públicos. Por la música que van a escuchar, por lo que van a ver. Ver una orquesta sinfónica para la gente joven es algo explosivo, es impactante lo que genera esa experiencia que es sonora y visual. Son vivencias insuperables que hay que fomentar.
Extracto del artículo publicado originalmente en la edición 132 de la Revista Teatro Colón.
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