Ocho siglos de Turandot

El autor rastrea los orígenes históricos y el derrotero cronológico de la ópera póstuma de Puccini.

Por Sebastiano De Filippi *

#Ópera

 

La historia de Turandot comienza hace 822 años, en 1197. Nizami Ganjavi fue el mayor poeta épico de la literatura persa y 1197 es el año de la composición de Siete retratos, en la que asigna a cada día de la semana la historia de una mujer. Siete retratos es considerada por los expertos “una de las creaciones poéticas más importantes de toda la literatura indoeuropea oriental”. La traducción de la obra a idiomas europeos fue tardía, lo que dificultó su difusión; sin embargo, está fuera de duda que ya en el siglo XVIII había en Europa quien conocía el retrato de la misteriosa princesa que es llamada “Hija de Turán” (Turán es una antigua denominación de la Persia septentrional); es decir, Turandokht.

Turandot 1965 marcó el debut de Monserrat Caballé en el Teatro Colón.

Turandot 1965 marcó el debut de Monserrat Caballé en el Teatro Colón.

La de Nizami Ganjavi es la primera referencia a esta princesa oriental, pero con diferencia de unas décadas hay otro indicio sugestivo. En el año 1300, de regreso de la China, Marco Polo dio a conocer El libro del millón, en el que menciona un personaje histórico que era a la vez una princesa mongola y una temible guerrera: Khutulun (“Rayo de luna”). Khutulun se batía a duelo con sus pretendientes y rechazaba su oferta si los vencía, lo que lograba puntualmente.

El indicio sería endeble, si no fuera que en 1712 el parisino François Pétis de la Croix terminó de publicar Los mil y un días, una serie de relatos orientales construida sobre el modelo de Las mil y una noches. Allí, la Khutulun de Polo aparece con una versión más francófona del nombre Turandokht, Turandocte, en el relato Historia del príncipe Calaf y de la princesa de la China.

En 1762, otro veneciano, Carlo Gozzi, estrenó su “fábula teatral” Turandotte. Gozzi asigna a la princesa china cuatro adláteres que son figuras de la comedia del arte: Pantalone, Tartaglia, Brighella y Truffaldino. El estreno de Turandotte resultó exitoso y fue el punto de partida de reposiciones (¡una dirigida nada menos que por Goethe!), traducciones, adaptaciones, obras orquestales y óperas. Entre las adaptaciones literarias, llama la atención la reescritura de Friedrich Schiller, que se publicó en 1801 con el título Turandot, princesa de China.

Turandot, la puesta de Roberto Oswald en el Teatro Colón, 1993. ©Arnaldo Colombaroli.

Turandot, la puesta de Roberto Oswald en el Teatro Colón, 1993. ©Arnaldo Colombaroli.

El año 1863 es otro hito importante para nuestra historia: Andrea Maffei, poeta y libretista (entre otros, de Verdi) tradujo la adaptación de Schiller, manteniendo su título. En el dramatis personae publicado en la primera página aparecen –además de Turandot y Kalaf, y de las cuatro figuras de la comedia del arte– personajes que resultan familiares al oyente pucciniano: el emperador chino Altoum y el rey de Astracán (ciudad tártara), Timur. Puede sorprender la presencia de un mayordomo de Kalaf, sobre todo por su nombre, marcadamente straussiano: Barak. La esclava de Timur enamorada de Kalaf, por su parte, lleva el muy itálico nombre de Adelma.

Antes de la célebre ópera pucciniana fue otro el compositor italiano que vistió de canto esta antigua historia: Ferruccio Busoni, que en 1917 estrenó Turandot, con libreto en alemán de su propia autoría. De Busoni a Puccini el paso fue corto, y resultó posible gracias a Giuseppe Adami y Renato Simoni, que habían tomado contacto primero con la traducción schilleriana de Maffei y luego con el original de Gozzi. El literato veronés Adami ya era un viejo conocido de Puccini, pues había escrito para él los libretos de La rondine e Il tabarro. También oriundo de Verona era Simoni, un prolífico autor para el teatro de prosa y el cine.

Turandot, 1993. ©Miguel Micciche.

Turandot, 1993. ©Miguel Micciche.

A partir de 1920, los libretistas transformaron el material que Puccini sometió a su escrutinio en una ópera en tres actos y cinco cuadros. La principal variante introducida por los tres autores italianos fue la de transformar a los personajes de la comedia del arte en ministros chinos: Ping, Pang y Pong; de los personajes originales se mantuvo cierto carácter cómico, que aporta distensión entre las escenas más dramáticas. Para quitar toda sospecha adicional de italianidad, Adelma adquirió asimismo un nombre más exótico: Liú.

El elenco de Puccini incluye así a los príncipes Turandot (soprano) y Calaf (tenor), a la esclava Liú (soprano) y al rey tártaro Timur (bajo). En un plano aparte se encuentran Ping (barítono), Pang (tenor) y Pong (tenor), respectivamente gran canciller, gran proveedor y gran cocinero de la corte imperial china. Personajes menores son el emperador Altoum (tenor), un Mandarín (barítono), el Príncipe de Persia (tenor), nueve doncellas de Turandot (sopranos, dos de ellas solistas) y el verdugo Pu-Tin-Pao, que no canta aunque es reiteradamente invocado por quienes sí lo hacen.

Versión de Roberto Oswald de Turandot, 2006. ©Arnaldo Colombaroli.

Versión de Roberto Oswald de Turandot, 2006. ©Arnaldo Colombaroli.

La composición, que comenzó en 1921, entusiasmó a Puccini, que estudió y empleó escalas y melodías chinas, además de investigar la panoplia de instrumentos de percusión que utilizaría para que la orquestación “sonara oriental”. Tomó contacto con Arturo Toscanini (un amigo de años, con quien sin embargo la relación sufría periódicos altibajos) y acordó con él que Turandot se estrenaría en el Teatro alla Scala de Milán bajo la dirección del propio maestro de Parma.

Pero el proceso compositivo también sumió a Puccini en dudas hamléticas: el personaje con el que se identificaba era la mujer sensible y amante, Liù, y ciertamente no la cruel Turandot…

Terminar la ópera con el festejo de la unión entre la princesa de hielo y Calaf, cuando el viejo Timur todavía lloraba la muerte suicida de Liù, no parecía la más adecuada de las conclusiones. Puccini luchó con esta contradicción que no pudo resolver, pues en 1924 un cáncer de garganta acabó con su vida. Así, libreto y música de Turandot quedaron completos hasta el himno fúnebre posterior al deceso de Liù; del resto solo había apuntes, basados en el texto de la cuarta versión del dúo final que había exigido a sus libretistas, sobre los que el maestro de Lucca había cavilado largamente.

Los tres ministros, Turandot 2006. ©Arnaldo Colombaroli.

Los tres ministros, Turandot 2006. ©Arnaldo Colombaroli.

El mundo lloró la trágica muerte de Puccini, y Toscanini no fue la excepción. En camino hacia Bruselas para la operación que no lograría salvarle la vida, Giacomo había pedido a Arturo: “No dejes morir a mi Turandot”, y le sugirió que, de no poder completar la ópera, Riccardo Zandonai la terminara. Toscanini acogió el pedido de su amigo, pero Tonio Puccini, el hijo del músico, rechazó tanto la sugerencia de su padre como los nombres de Mascagni y Tommasini. La elección recayó sobre Franco Alfano. El compositor napolitano hizo su mejor esfuerzo, pero el editor Tito Ricordi (II) consideró que se había sobrepasado en extensión y estilo, y lo obligó a escribir un final más ajustado a los apuntes de Puccini. Sobre este, Toscanini realizó un corte de unos tres minutos.

Turandot fue programada para la temporada 1926 de la Scala, y su preparación corrió por cuenta de Toscanini y de su mano derecha, el argentino Héctor Panizza, que también había sido amigo del compositor. El estreno se produjo el 25 de abril, con Toscanini dirigiendo. La función concluyó de forma sorpresiva: luego de la trenodía de Liù el director se dirigió al público y anunció que la función terminaría en ese punto, pues allí el compositor había dejado inconclusa la obra. En las siguientes dos funciones Toscanini presentó la ópera con el final de Alfano, pero a partir de la tercera cedió la batuta a Panizza.

Turandot. Teatro Colón, 2019. @Máximo Parpagnoli.

Turandot. Teatro Colón, 2019. @Máximo Parpagnoli.

El 1926 que la vio nacer fue testigo de cómo Turandot conquistó nueve ciudades del mundo: Roma, Buenos Aires, Río de Janeiro, Dresde, Venecia, Viena, Berlín, Nueva York y Bruselas. El Colón fue el tercer coliseo del planeta en presentar la ópera póstuma de Puccini, con Gino Marinuzzi en el podio y Claudia Muzio como protagonista. Al año siguiente la princesa china desembarcó en Nápoles, Parma, Turín, Londres, San Francisco, Bolonia, París, Sidney y Moscú.

El teatro porteño tiene una ilustre tradición de interpretaciones de Turandot: entre 1926 y 2006 figura en 14 temporadas oficiales. Recordando solo intérpretes fallecidos o retirados, citemos a los directores Marinuzzi, Panizza, Calusio, Ghione, Serafin, Previtali, de Fabritiis y Veltri; a los régisseurs Frigerio, Erhardt, Poettgen, Wallmann y Oswald; a las sopranos Muzio, Rasa, Cigna, Milanov, Callas, Borkh, Nilsson, Dimitrova y Marton; a los tenores Lauri Volpi, Thill, Merli, Masini, Del Monaco, Labò y Martinucci.

Nos quedan en el tintero una Liù sublime como la de Montserrat Caballé, un Timur extraordinario como el de Tancredi Pasero y una plétora de notables artistas argentinos, entre ellos Nina Carini (Turandot), Horacio Mastrango (Calaf), Cristina Carlin (Liù), Ricardo Yost (Timur), Ricardo Catena (Ping), Nino Falzetti (Pang) y Ricardo Cassinelli (Pong).

Saludo final Turandot 2019. @Arnaldo Colombaroli.

Saludo final Turandot 2019. @Arnaldo Colombaroli.

(*) El autor es director de orquesta, escritor y docente; actual titular de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación, es coautor de Alta en el cielo. Vida y obra de Héctor Panizza.

Artículo publicado originalmente en la edición 138 de la Revista Teatro Colón.

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