Un lazo familiar
Para la comunicadora Aldana Duhalde y su madre, la periodista y escritora Canela, asistir al Teatro Colón es un ritual que se transmite de generación en generación.
Por Javiera Gutiérrez
#EnPrimeraPersona
Licenciada en Comunicación, fotógrafa, creativa audiovisual, guionista de trayectoria nacional e internacional, Aldana Duhalde lleva el arte y la comunicación como marca genética. Es productora de programas televisivos y su mundo gira alrededor de la infancia y su relación con los medios de comunicación.

Aldana Duhalde. @Marilina Calós.
En 2005 dirigió el corto que abrió la Gala del 80 aniversario del Ballet Estable. Esta ocasión fue un clímax en una tradición familiar que se inauguró cuando ella y sus hermanos empezaron a concurrir al Teatro Colón de la mano de sus padres, Gigliola Zecchin (Canela) y Héctor Duhalde, y se quedaban días tarareando “La habanera” de Carmen o imitando los llamados de Papageno y Papagena.
¿Qué representa para vos el Teatro Colón?
Si tuviese que describirlo, diría dos palabras: espacialidad y textura. Todo tiene una textura especial: las escaleras, las butacas, las barandas, el recorrido. Esa textura nos permite un permanente viaje en el tiempo y, de alguna manera, a otra dimensión.
Con el Teatro se crea una trenza: a partir del primer enlace se estructura todo, y los teatros que uno va a ver en la vida lo van a tener como referente. Poder transitarlo dignifica, y nos lleva a la parte más interesante de lo majestuoso, porque el Colón siempre conservó esa magia única y a la vez tiene muchas acciones democráticas y de apertura. Cualquiera puede visitar el Colón, hacer una visita guiada, conocer el Centro de Experimentación, ese ámbito totalmente diferente, de gran modernidad. Está lo majestuoso pero también la innovación y la accesibilidad.

Gigliola Zecchin (Canela).
¿Cómo fue dirigir el corto para el aniversario del Ballet Estable?
Fue un gran desafío pensar cómo contar esa historia con tantas figuras significativas, que forjaron una cultura que instaló al Colón en una unión casi perfecta entre música clásica, ballet y público. En principio, recurrí a lo más básico, y no por eso simple, que es mostrar cronológicamente las figuras que habían pisado el escenario durante esos 80 años. Se hizo un trabajo de archivo impresionante, con muchas dificultades, porque no había acceso a determinada foto o material; las calidades de videos y soportes eran muy desiguales, y a cada figura había que acompañarla con la música pertinente para lograr coherencia.
En ese evento también se reunían en el escenario Maximiliano Guerra, Julio Bocca y Paloma Herrera, entre otras figuras, y se le hacía un homenaje a Olga Ferri. Cuando pusieron el video al inicio de la función, creo que crecí tres años en uno, pero pasó algo maravilloso: en cuanto apareció en la pantalla la primera estrella del Ballet Estable, la gente se empezó a poner de pie y aplaudir, emocionada ante esos bailarines que habían sido parte de la historia del cuerpo de baile, que le dieron tanta satisfacción al público y que contribuyeron a que el Colón sea lo que es.
Tu especialidad son los niños. ¿Cómo ves la relación entre ellos y el Teatro?
A mí me parece que hay mucho y hay mucho por hacer. El Teatro tiene gran potencialidad con ese escenario gigantesco y la orquesta, disponibles para el entretenimiento y la experimentación. El trabajo de laboratorio con niños es un territorio que me parece muy interesante. También desde la versión web tiene posibilidades de convertirse en interactividad, traspasar lo edilicio y que se pueda participar del Colón de diversas maneras, más lúdicas, más frescas y aggiornadas a la tecnología de hoy.

Aldana Duhalde. @Marilina Calós.
Fuiste una niña habitué y el Colón atraviesa la historia de tu familia... Sí, desde chica me llevaron al Teatro. Recuerdo la preparación, con mis medias can can, muy bien vestida, porque mamá nos hacía vestir súper bien, con lo mejor que tuviésemos en ese momento. Pero, además, mi papá era una persona que ponía música clásica a todo volumen, se metía en su habitación, se acostaba y viajaba con sus músicos, Beethoven sobre todo. Todas nuestras actividades sucedían mientras escuchábamos esa música.
Él nos llevó muchas veces al Teatro. Cuando murió, un amigo me preguntó: “¿Qué es lo que más le gustaba a tu papá?”. Le respondí que él amaba la música clásica y el Teatro Colón. Entonces me propuso que fuésemos, y verdaderamente fue algo increíble, porque me despedí de mi papá de una manera profundamente espiritual; era a un día de su muerte y ni siquiera podía llorar, sino que tuve la plenitud de ver cómo él había quedado en mí, en mi disfrute, en ese Colón. Lo que me pasó fue que algo ofrecido por la cultura me sirvió como ritual personal. La cultura y el Colón pueden habilitar experiencias personales y esto significa poder abrir un espacio para atravesar la tristeza. Lo que sucede en la sala es tan imponente que creo que nos conecta con nuestra emoción más medular.
Canela y el Colón
Canela conoció el Colón cuando era novia de quien sería su marido y padre de sus hijos. Ella todavía recuerda cómo se vistió para esa noche especial, y el deslumbramiento que sintió al entrar en la sala: “Un lugar tan hermoso, de tanto prestigio. Llevarme fue un regalo de él hacia mí”, dice.

Más adelante, ya célebre conductora, trabajó en el Teatro en muchas ocasiones, incluido el día de la Gala en que Aldana presentó el video. “Me tocó hacer la conducción, es decir que ambas participamos de ese evento aunque con tareas distintas. Como yo estaba en los camarines, no pude ver lo que pasaba, pero escuchaba la ovación de la gente, veía los colaboradores que iban y venían del escenario y comentaban. Fue muy emocionante”.
En su condición de habitué desde hace décadas, Canela se considera “testigo privilegiada de la puesta en valor del Teatro. Conocí todo el desarrollo, los problemas que existieron y todo lo que hubo que hacer para tener el Teatro que tenemos hoy. Es algo que les señalo a mis nietos, cómo hubo que producir cada detalle faltante para lograr esa preservación”.
¿Por qué consideraron importante llevar a sus hijos al Colón?
Desde el principio entendimos que el Colón era la máxima experiencia con el arte que podíamos compartir con nuestros hijos. Mi esposo era un melómano y además ambos éramos conscientes del valor del edificio, de su historia. Él preparaba a los chicos en cuanto a qué obra íbamos a ver, con qué se iban a encontrar, y yo lo hago hoy con mis nietos, porque los rituales deben ser acompañados por expectativa, preparación espiritual, actitud de reverencia, que a la vez es una celebración. Compartir eso con mis hijos, y ahora con mis nietos, es algo que disfruto enormemente y de alguna manera es una herencia en vida, porque les anticipamos una experiencia de categoría superior en la que, mediante de la ópera y el ballet, pueden ser testigos del drama de la existencia pero a través de una belleza que emociona.
Extracto del artículo publicado originalmente en la edición 135 de la Revista Teatro Colón.
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