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Extraordinario 01 | OETC

Orquesta Estable del Teatro Colón

Extraordinario 01 | OETC

Orquesta Estable del Teatro Colón

Domingo 3 de marzo

Días y horarios + info

Domingo 3 de marzo
Sala principal

Días y horarios

marzo

03

dom

17:00 hs

domingo 03/03, 17:00 hs

Extraordinario 01

Director
Sylvain Gasançon

Programa

Igor Stravinsky
Ballets Rusos en París

Parte I

El pájaro de fuego (1919)
Representado por primera vez en la Ópera de Paris,1910.

Parte II

Petrushka
Representado por primera vez en el Théatre du Chatelet, París, 1911.

Parte III

La consagración de la primavera
Representado por primera vez en el Théatre des Champs-Élysées, París, 1913.

Parte I: 22’
Intermedio: 15’
Parte II: 35’
Intermedio: 15’
Parte III: 34’
Duración total aproximada: 121’

Unos rusos en París

Por Martín Baña

En ciertas ocasiones, la literatura puede funcionar como un objeto estético pero también como documento etnográfico con el fin de ayudar a moldear la imagen que se tiene sobre un determinado país. Pero otras disciplinas, como la música, pueden jugar ese rol de igual manera. Para el caso ruso, por ejemplo, no resulta lo mismo el perfil que se puede construir luego de leer una novela de Fiodor Dostoievsky o un cuento de Anton Chejov que después de escuchar alguna composición de Nikolai Rimsky-Korsakov o de Igor Stravinsky. Los imaginarios se modelan, también, de acuerdo con las obras de arte.
La Rusia de fines de siglo XIX y comienzos de siglo XX había experimentado un florecimiento artístico gracias a las transformaciones generadas por la modernización económica. A diferencia de lo acontecido algunas décadas antes, las premisas de los nuevos movimientos estéticos se basaron en un renacimiento religioso, en un interés por el folklore y en una reivindicación del ideal del arte por el arte mismo. A ese período cultural –que se extendió hasta entrada la Revolución de 1917– se lo conoció como Edad de Plata y de allí surgieron vanguardias fundamentales como el Simbolismo y el Futurismo, y excelsos compositores como Aleksandr Scriabin. Una revista, Mir Iskusstva [El Mundo del Arte], se destacó por ser la voz cantante de la corriente artística homónima que reivindicaba al modernismo y reflejaba el espíritu del período. En sus páginas se destacaban las notas de Sergei Diaghilev.
Además de su vinculación con el arte, Diaghilev era empresario. Como tal, intentó combinar ambos mundos y explotar la creatividad artística de la Edad de Plata más allá de las fronteras rusas. Para esto último se aprovechó del interés que por entonces había en Europa por las culturas exóticas. En Francia, particularmente, Rusia era percibida como un espacio misterioso y salvaje, y la música podía ayudar a satisfacer allí la construcción de esos imaginarios. Diaghilev comenzó entonces a presentar en 1907 conciertos de compositores rusos en París e incluso llegó a montar una puesta del monumental Boris Godunov de Modest Musorgsky en 1908. Pero, como cuenta el musicólogo Francis Maes, producir óperas resultaba demasiado caro y el empresario se volcó al ballet, género que además le permitía volver a los ideales esteticistas de Mir Iskusstva. Nacían así los Ballets Russes.
La compañía de los Ballets Russes fue un emprendimiento artístico y comercial de casi dos décadas de duración que combinó las ansias parisinas por lo nuevo y lo exótico con la perspectiva modernista de Mir Iskusstva para convertirse en un hito en la historia de la danza y de la música. La empresa funcionó como una suerte de gesamtkunstwerk (obra total) wagneriano que, a través de la articulación de un talentoso elenco de bailarines, coreógrafos, vestuaristas, escenógrafos y compositores, logró combinar puestas experimentales con vanguardismo musical. La música, sin dudas, fue un elemento central. Para la composición de la temporada de 1910 Diaghilev quiso convocar a su viejo conocido Nikolai Cherepnin, pero este rechazó la propuesta. Luego pensó en el neoprimitivista Anatoli Liadov, quien desistió como también lo haría el por entonces afamado compositor de ballet Aleksandr Glazunov. Ante ese complicado escenario confió en un joven y aún desconocido músico, Igor Stravinsky.
Las composiciones de Stravinsky tuvieron un lugar destacado en los primeros años de la compañía y sirvieron para que la sociedad comercial y artística se potenciara: la venta de entradas era proporcional a la fama que iba adquiriendo el compositor. Así se fueron sucediendo obras neoprimitivistas como El pájaro de fuego (1910) –donde las escalas diatónica y cromática describen, respectivamente, a los personajes del mundo real y a los de fantasía que se enfrentan en escena– y Petrushka (1911) –donde los elementos del folklore musical son reelaborados estéticamente– hasta llegar a La consagración de la primavera (1913) que, gracias a su yuxtaposición de estructuras musicales armadas a través de un énfasis en los parámetros texturales, tímbricos y rítmicos, sería el punto de partida para la propia consagración del compositor. Tal fue el prestigio alcanzado por la compañía que muy pronto incorporaría, entre muchos otros, a artistas de la talla de Pablo Picasso –para las escenografías– y Claude Debussy –para la música– dando lugar, desde el ballet, a la producción de un repertorio musical rupturista y alejado, en gran parte, del museo sonoro. La fama de los Ballets Russes excedió a París y la compañía muy pronto comenzó a realizar giras por el resto de Europa, pero también por Estados Unidos y Sudamérica, llegándose a presentar en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1913 y 1917. La imagen de una Rusia exótica se expandía así por el mundo pero también lo hacía la renovación de una tradición musical de la que ese país siempre se había sentido parte.

Director
Sylvain Gasançon

Nació en Metz, Francia, y comenzó a estudiar música a los cinco años. Dio sus primeros conciertos de violín a muy temprana edad y se formó en el Conservatorio de Bruselas con el Profesor Endre Kleve. Se graduó en el Conservatorio Nacional Superior de Música de París, y obtuvo una maestría en musicología en la […]

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