
Contándose entre los más destacados coreógrafos del siglo veinte fue, desde 1961, director artístico del Ballet de Stuttgart, compañía para la cual creó algunas de sus obras más emblemáticas, entre las que se cuentan obras tan breves y magníficas como Jeu de cartes y Opus I, así como su ballet sinfónico Initials R.B.M.E. Fueron, sin embargo, sus ballets más dramáticos, como Romeo y Julieta, La fierecilla domada, Carmen, Poème de l’Extase y Onegin, aquellos que le otorgaron el reconocimiento internacional y un sitial entre los grandes coreógrafos de la historia del ballet. Nacido el 15 de agosto de 1927 en Rustenburg, Sudáfrica, realizó su formación principal en la Universidad de Ciudad del Cabo, institución donde coreografió su primer ballet sobre la Suite de La historia del soldado de Igor Stravinsky. Completó sus estudios en la Sadler’s Wells School de Londres y, poco después, se incorporó como bailarín al Sadler’s Wells Ballet, antecesor del Royal Ballet. Desde 1949 en adelante se dedicó en exclusiva a la creación coreográfica, produciendo exitosos ballets -mayormente para el Sadler’s Wells Ballet- así como para el New York City Ballet, Rambert Company, así como para los ballets de la Ópera de París y del Teatro alla Scala de Milán.
Su carrera se vio interrumpida en su apogeo, en 1973, cuando falleció inesperadamente a los cuarenta y cinco años de edad. Su legado continúa vigente no sólo en sus coreografías -que forman parte integral del repertorio internacional de ballet-; sino también en el Ballet de Stuttgart, la compañía a la cual otorgó fama internacional; y a dos significativas instituciones formativas: la plataforma Noverre: Young Choreographers, que ayudó a crear en 1961, dedicada a la formación de coreógrafos a nivel internacional; y la John Cranko School, que fundó en 1971; ambas situadas en la ciudad alemana de Stuttgart.
Crédito: Hannes Kilian