Sala principal
Concierto 13
Director
Roberto Tibiriça
Piano
Cristian Budu
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
Programa
Parte I
Hekel Tavares
(1896-1969)
Concierto para piano Nº 2 en formas brasileras
Modinha (Tempo de batuque – lento con simplicita)
Ponteio (Largo – molto cantabile et expressivo)
Maracatu (lento ma vigoroso)
Parte II
Maurice Ravel
(1875-1937)
Pavana para una infanta difunta
Daphnis et Chloé, Suite Nº2
Parte I: 29’ aprox.
Intervalo: 15’
Parte II: 24’ aprox.
Duración total aproximada: 68’
De América latina a Francia
Por Daniel Varacalli Costas
Dos compositores latinoamericanos definen la primera parte de este programa. El primero, Héctor Tosar, es un referente ineludible de la música de Uruguay, valorado tanto en los ámbitos académicos como por una figura popular como Leo Masliah. Formado en su país y en Estados Unidos con Aaron Copland, Darius Milhaud y Arthur Honegger, y como director de orquesta con Serge Kussevitzky, Tosar dedicó sus mayores energías a la composición, la docencia y al que fue su instrumento: el piano. El haber dejado de componer en la última década de su vida (creía en la comunicatividad de la música y desconfiaba del paso del tiempo) quedó en su caso compensado por haber podido estrenar a sus diecisiete años -y justo el día de su cumpleaños- la Toccata que hoy se interpreta. Fue en su Montevideo natal y bajo la batuta de Lamberto Baldi, uno de los primeros directores de la actual Filarmónica de Buenos Aires. Se trata de una obra tan breve como intensa: ya desde el comienzo las escalas de las cuerdas se contraponen a las interjecciones de los vientos (trompetas, trombones, tuba, luego flauta y flautín) con un despliegue de energía incansable que no cesa hasta el sorpresivo acorde final.
De una generación anterior, Hekel Tavares nació en Río Largo, Alagoas, en el norte de Brasil. A los 25 años se trasladó a Rio de Janeiro y se fogueó en el teatro musical y en particular el de revista. En la década de 1940 recorrió buena parte de su país recopilando ritmos nativos, aunque esta investigación estaba precedida de su propio conocimiento espontáneo en la materia. De 1938 data este Concierto para piano “en formas brasileñas”, que tiene los canónicos tres movimientos. Sin embargo, sus variaciones de velocidad, carácter y métrica (por ejemplo, alternancia de compases de 4/4 con 6/8) desbordan esa división tripartita, brindando a la obra permanentes matices que vuelven atractiva su escucha. El otro rasgo es su empedernido romanticismo: muchos de sus pasajes suenan sentimentales en el mejor sentido del término, como el que podría aplicarse a Sergei Rachmaninov, o más cercanamente a Heitor Villa-Lobos. Por lo demás, cada movimiento remite a un ritmo folklórico de Brasil: la modinha, que los portugueses llevaron a Bahía, melódica y –nuevamente- sentimental; el ponteio (o punteo de las cuerdas) y el maracatú, ritmo y danza de origen africano tan asociado al candomblé. Tanto en el primero como en el último movimiento aparece el batuque, con su carga afro fuertemente rítmica, aquí sublimada.
La segunda parte del programa está dedicada a la música francesa y a uno de sus máximos exponentes de la primera mitad del siglo XX: Maurice Ravel. Pianista y orquestador consumado, el compositor heredó el impresionismo del que renegaba Debussy y le agregó una cuota neoclásica. Hombre de la Belle époque, trató a la princesa de Polignac (modelo de nuestra Victoria Ocampo) y le dedicó en 1899 una obra simple y breve para piano: la Pavana para una infanta difunta. Claro que su simplicidad es engañosa: su discurso es veladamente ambiguo –aunque se inclina por la tristeza- y difícil de sostener. La pavana es una danza lenta renacentista (siempre en tándem con la más rápida gallarda); aquí es solo una referencia a una pieza lenta, cuyo nombre, según Ravel, no tiene más sentido que la propia música de las palabras que lo integran. Orquestada en 1910, se volvió casi tan popular como el posterior Bolero, para inquietud del autor.
La segunda suite de Dafnis y Cloe es un extracto de tres números realizado por Ravel del ballet homónimo que estrenó en 1912. Se trató de un encargo de los Ballets Russes y el empresario Sergei Diaghilev, que reinaban por entonces en París. Se basa en una idea del bailarín y coreógrafo Mijail Fokine, inspirada a su vez en una historia mitológica contada por el griego Longo. Sus personajes son un pastor (Dafnis) y una ninfa (Cloe), que es tomada prisionera por piratas hasta que es rescatada por el dios Pan. Dafnis, quien comparte con ella el haberse criado en una arcadia sensual, logra tras varias vicisitudes acceder a un encuentro dionisiaco con ella, que la música celebra con vibrantes colores. Ravel filtró el pasado mitológico tal como lo veían los pintores franceses del siglo XVIII y plasmó así su partitura orquestal más extensa. Fue un formidable marco sonoro para la escenografía de Leon Bakst y los legendarios bailarines Vaslav Nijinsky y Tamara Karsavina.