Sala principal
Concierto 14
Director
Alejo Pérez
Contrabajo
Julián Medina
Programa
Parte I
Richard Strauss
(1864 – 1949)
Cuatro interludios de la ópera Intermezzo
“Reisefieber und Walzerscene” (Fiebre de viaje y escena de vals)
“Träumerei am Kamin” (Soñar junto a la chimenea)
“Am Spieltisch” (En la mesa de juego)
“Fröhlicher Beschluß” (Feliz resolución)
Giovanni Bottesini
(1821 – 1889)
Concierto N°1 para contrabajo y orquesta en fa menor
I Introducción. Allegro moderato.
II Andante
III Finale. Allegro con fuoco
Parte II
Jean Sibelius
(1865 – 1957)
Sinfonía N°2 en re mayor op.43
I Allegretto
II Tempo andante, ma rubato
III Vivacissimo (attacca)
IV Finale. Allegro moderato
Lo familiar, lo virtuoso y lo heroico
Por Virginia Chacon Dorr
“¿Qué podría ser más serio que la vida matrimonial?” Esta es una de las frases que Richard Strauss (1864-1949) utilizó para defender su Sinfonía doméstica, cuestionada por su temática alejada de la solemnidad, en sintonía con sus prioridades fundamentales: la naturaleza, la música y su familia. En consonancia con estas preocupaciones, se encuentra Intermezzo, una “comedia burguesa con interludios sinfónicos”, estrenada en 1924 en Dresde, cuyo argumento se basa en un episodio real de la vida del compositor y su esposa, adaptado a los personajes del director de orquesta Robert Storch y su mujer Christine. En el libreto, escrito por el propio Strauss, el matrimonio se tambalea a raíz de un malentendido cuando ella encuentra una carta de amor que cree destinada a su marido, aunque en realidad está dirigida a otro hombre; tras una serie de enredos, la confusión se aclara y se reconcilian. La ópera se caracteriza, en las partes cantadas, por un estilo que refleja el diálogo hablado, mientras que la belleza lírica y la riqueza imaginativa de Strauss se concentran en los cuatro interludios orquestales, cuya fama superó la de la propia ópera. En estas piezas, Strauss demuestra su maestría para traducir la narrativa en música: en “Excitación por el Viaje y Escena de Vals”, se combina el ímpetu de la gran orquesta con un vals elegante, reflejando la agitación del maestro en su trabajo y el carácter seductor de un baile en el que Christine coquetea con un barón. “Soñando junto a la Chimenea” se distingue por su carácter íntimo y un lirismo exquisito, que sugiere los angustiosos pensamientos de la mujer respecto al posible engaño de su marido. En “La Mesa de Cartas”, evoca la música de cámara clásica con el uso de pizzicati y acentos rítmicos que capturan la dinámica de un juego de cartas, donde el maestro Robert Storch recibe una misiva de su esposa decidida a separarse. Finalmente, “Feliz Conclusión” ofrece, en una atmósfera triunfante, una re orquestación de los motivos empleados previamente como celebración del retorno a la armonía de la pareja.
Giovanni Bottesini fue un destacado compositor, director de orquesta y virtuoso del contrabajo nacido en Italia. Contemporáneo de Rossini y Verdi, con quienes mantuvo una relación personal y profesional, Bottesini fue reconocido como “el Paganini del contrabajo”, no solo por su habilidad como intérprete, sino también por sus esfuerzos en ampliar la fama de su instrumento. Aunque compuso en una gran variedad de géneros y formas, su verdadero reconocimiento proviene de su innovador repertorio para contrabajo con obras que son tan vigentes como fundamentales. Una de estas es el Concierto para Contrabajo No. 1 en Fa sostenido menor, estrenado en 1892. Fiel a la forma clásica de tres movimientos (rápido-lento-rápido), ofrece al intérprete numerosas oportunidades para destacarse tanto en las secciones líricas y contemplativas como en las rápidas y virtuosas. Aunque tradicional en su estructura, el concierto explota al máximo la bravura italiana, con amplias líneas melodías y modulaciones audaces propias del romanticismo. Así, no solo desafía los límites técnicos del contrabajo, sino también los de su expresividad, resultando en una creación de extraordinaria singularidad sonora.
El compositor finlandés Jean Sibelius comenzó a trabajar en su Sinfonía Nro. 2 a principios de 1901, un proceso que se desarrolló entre Venecia y Finlandia. Lo que inicialmente iba a ser un poema sinfónico inspirado en “Don Juan”, finalmente se convirtió en la sinfonía estrenada en Helsinki en marzo de 1902, alcanzando un éxito rotundo. En aquel período agitado bajo la dominación rusa, la sinfonía de Sibelius, a pesar de sus aclaraciones sobre la ausencia de un programa extra musical, se transformó en un símbolo de la identidad nacional. Estructurada en cuatro movimientos, desarrolla con maestría un motivo central de tres notas a lo largo de la obra. El primer movimiento presenta el motivo en un contexto pastoral, en un homenaje a Beethoven. El segundo movimiento interrumpe esta atmósfera con un tema inspirado en un encuentro entre Don Juan y la Muerte. El tercer movimiento -un scherzo- lleva al final, donde el motivo inicial impulsa un clímax heroico, cuya grandiosidad evidencia por qué los finlandeses vieron en esta obra un símbolo de su identidad nacional.
